PARTE I. PROLOGO.
Dudo que alguien esté en desacuerdo conmigo cuando digo que a medida que pasan las décadas, estas se van convirtiendo en hitos en la vida de una persona. Cumplir 70 años no es la excepción, y es un momento que cualquiera quisiera celebrar con su familia, tan grande como esta sea. Cuando a mi abuelo le llegó el momento el año pasado, decidió celebrarlo a lo grande, invitándonos a todos a pasar unos días en un hotel a orilla del mar en la ciudad de Den Haag, o La Haya, por su traducción en Español, mejor conocida por ser la sede de la Corte Internacional de Justicia, y donde mi abuelo nació, creció, y hoy reside la mitad del año junto con mi abuela.
Empezamos a planear el viaje con bastante anticipación, durante Marzo. El cumpleaños de mi abuelo cae 31 de Julio, que como la mayoría ya sabe suele ser una de las fechas más concurridas y caras para viajar, y como por el momento la oferta directa entre Miami, donde resido, y Ámsterdam está limitada a tan solo dos vuelos semanales con Arke en modo triangulo combinado Orlando Sanford (cosa que cambiará cuando KLM regrese a MIA en Octubre de este año, con 3 vuelos semanales), el precio de un boleto entre las dos ciudades para la fecha estaba por las nubes, siendo USD $1,650 la tarifa más barata, vía Newark con United en una combinación de 737 y 757. Por más que me gusta el 757, esta opción me parecía bastante aburrida, ¡más aun habiendo tantas opciones más interesantes para cruzar el Atlántico!
Siendo un aero-trastornado en modo hardcore, me dio por ponerme creativo y armar un itinerario interesante por menos de USD $1,300, que es lo que mis padres y mi hermana gastaron por irse directo desde la Ciudad de México a Ámsterdam con KLM. Empecé a buscar itinerarios fuera-de-la-caja para llegarme a Europa: ¿MCO-CDG? Muy caro. ¿ATL-AMS? Un poco más barato, pero aun así fuera de mi presupuesto. ¿BOS-LHR? El mismo cuento.
Finalmente encontré una opción que me llamó demasiado la atención: JFK-GVA-FRA en una combinación de Airbus A330 de SWISS y Boeing 737-500 de Lufthansa y FRA-AMS con KLM Cityhopper en el Fokker. ¡GENIAL! Además usando millas de AAdvantage podía canjear un vuelo redondo de Miami al JFK con American, por lo que el total de todos los vuelos sería menos de $850. ¡Irresistible! Me emocionaba sobre todo el tramo Nueva York-Ginebra con SWISS. Hay algo en esa aerolínea que desde hace años me fascina. La sobriedad y elegancia de su marca tiene poca comparación en la industria. De hecho, antes de realizar este viaje, de haber tenido la oportunidad de escoger cualquier combinación de ruta y aerolínea en el mundo para volar, hubiese escogido precisamente ese vuelo, en esa ruta, en esa aerolínea.
Al final del día, mi travesía para llegar de Miami a Ámsterdam incluiría:
– 5 Aeropuertos
– 4 Vuelos
– 4 Aerolíneas
– 4 Tipos de aviones
– 3 Alianzas
¡Nada mal! 😀
PARTE II. DE MIAMI A NUEVA YORK.
Jueves, 30 de Julio. El despertador me despertó a eso de las 06:00, aunque esa noche casi no tuve tiempo de descansar. Recién llegaba de la Ciudad de México un par de días antes, tras haber estado fuera por unas 3 semanas, y la cantidad de deberes, diligencias, y demás cosas que hacer y dejar listas antes de volver a irme me dejaron sumamente exhausto esa mañana, cuya sensación se hacía más fuerte al recordar que no llegaría a La Haya hasta 29 horas después. Pero cansancio no mata emoción, y a las 06:25 salí de mi casa rumbo al aeropuerto de Miami, que queda a unos escasos 10 minutos. Para las 06:50 me encontraba frente a uno de los mostradores automáticos de American Airlines imprimiendo mi pase de abordaje. El vuelo parecía ir a tope, y al haber olvidado hacer el check-in en línea la noche anterior, me vi rezagado a un asiento de pasillo. Aunque esto normalmente me molestaría un poco, mi plan era dormir en este tramo del viaje, así que no fue ningún inconveniente. Una vez la maquina imprimió mi pase de abordaje y la etiqueta del equipaje, dejé mi maleta en uno de los mostradores y me dirigí al filtro de seguridad.
El AA1510 a Nueva York JFK salía por la Terminal E del aeropuerto de Miami esa mañana (Puerta E9), a diferencia del 90% de los vuelos de American Airlines desde MIA que salen desde la mucho más moderna Terminal D. Afortunadamente para mí, pocos pasajeros de AA saben que la Terminal E tiene su propio filtro de seguridad, por lo que la mayoría de la gente utiliza los filtros de la Terminal D y luego caminan hacia la E una vez adentro. Esto significa que el filtro de la Terminal E suele ser el menos concurrido de todo el aeropuerto (a excepción de la tarde, cuando coinciden los vuelos de British Airways, Iberia, y Air Berlin), por lo que no había más de 5 personas al momento de pasar. Rápido y sin contratiempos, como debe ser.
Mi avión a JFK sería el N198AA. Un 757 de construcción un tanto reciente, siendo entregado a American en 2001 y parte de la subflota equipada con 14 asientos de clase ejecutiva internacional, usados principalmente en vuelos transatlánticos o a Sudamérica. Mientras le tomaba un par de fotos al 757 desde la puerta, escuché a alguien llamar mi nombre un par de veces. Mi nombre es muy común, así que no presté mucha atención, pero al tercer llamado escuché mi apellido y volteé. Eran dos hermanas junto con quien había atendido a la primaria. Iban a Nueva York de vacaciones por unos días y casualmente iban en el mismo vuelo. ¡El mundo es un pañuelo! Fuimos un momento a la Terminal D a tomarnos un Café Cubano en el famoso La Carreta (¡Si había algo que mi cuerpo pedía en ese momento era café!) mientras nos poníamos al día y charlábamos de nuestras vidas. Les conté de mi itinerario descabellado para llegar a Holanda y al contrario de lo que esperaba -que me llamarían loco de manicomio-, les pareció genuinamente interesante. ¡Definitivamente necesito más gente así en mi vida! 😉
El vuelo embarcaría en unos 20-25 minutos, así que no había mucho tiempo de charlar antes de regresar a la Terminal E para embarca. El embarque comenzó alrededor de las 08:25 siguiendo el típico protocolo: Pasajeros viajando con niños pequeños, personas mayores o con alguna discapacidad física, seguido por pasajeros viajando en clase Ejecutiva y elites de American Airlines y OneWorld, y después el Grupo 4, mi grupo.
Vuelo: AA 1510
Ruta: Miami, Internacional MIA|KMIA – Nueva York, John F. Kennedy JFK|KJFK
Aerolínea: American Airlines
Avión: Boeing 757-223 – N198AA
Asiento: 30D
Load Factor: 100%
Hora de Salida Programada: 08:55 / Hora de Salida verdadera: 09:26
Hora de llegada Programada: 11:33 / Hora de llegada verdadera: 11:47
Embarcamos por la puerta L1 del avión, donde no había nadie dispuesto a recibirnos. Las dos azafatas en la parte delantera estaban tan ocupadas con los pasajeros de clase ejecutiva que ni siquiera nos miraron a los ojos. En la mayoría de los casos la primera impresión suele contar mucho, pero habiendo volado con American más de la cuenta, ya sabía que esperar. Además, sé cómo llegar a mi asiento yo solito. Mis compañeros de fila resultaron ser una pareja española regresando a Madrid, que al notar la etiqueta de Iberia en mi equipaje de mano empezamos a conversar mientras finalizaba el embarque. La jefa de cabina se introdujo al pasaje, y nos informó que esperábamos a un grupo de pasajeros en conexión provenientes de un vuelo demorado, por lo que nuestra salida se vería demorada unos minutos también. Esto no sería molestia ya con fin de prevenir cualquier contratiempo, contaba con 7 horas de conexión en Nueva York. Pudiese haber escogido un vuelo más tarde, pero como viajaba con itinerarios diferentes decidí jugarlo de forma segura y mantener los riesgos al mínimo.
Al cabo de unos minutos, a las 09:25, los pasajeros en conexión -por el acento deduzco que provenientes de Buenos Aires o Montevideo- embarcaron, la puerta fue finalmente cerrada, y el push-back fue iniciado. Mientras carreteábamos hacia la pista navegaba en FlightRadar24 y noté el 747 Combi de KLM rumbo a Ciudad de México, que llevaría a mis padres y hermana a Ámsterdam esa noche. Admito que estaba un poco celoso por el hecho de que no solo era un 747, ¡sino el PH-BFT «Tokyo«, para la fecha el único en llevar la librea actualizada de KLM! Pero recordé que en unas horas estaría cruzando el Atlántico en mi adorada SWISS, ¡así que no tenía nada de que quejarme! 😀
Despegamos en modo cohete, como solo lo sabe hacer el 757, y cogimos rumbo norte a Nueva York. Caí profundamente dormido durante el ascenso y no me desperté por completo hasta unos 30 minutos antes del aterrizaje en JFK. Desperté brevemente durante el servicio de bebidas mientras la tripulación atendía a mis compañeros de fila, pero rápidamente volví a caer en sueño profundo. Aun así no hay mucho por comentar. El trayecto fue el típico vuelo domestico de American Airlines.
El descenso comenzó aproximadamente a las 11:20, y aterrizamos por la pista 13L del John F. Kennedy a las 11:47, 15 minutos más tarde de lo programado debido a nuestra demora en Miami. Carreteamos rápidamente a la Terminal 8, donde nos detuvimos en la puerta 46. Antes de desembarcar, la jefa de cabina pidió a todos los pasajeros que bajemos las ventanillas para mantener la temperatura del avión agradable. Me pareció curioso ya que nunca había oído a la tripulación pedir que las ventanillas sean dejadas cerradas, por el contrario generalmente la instrucción es dejarlas abiertas.
Una vez en la terminal me dirigí al área de recogida de equipaje a través del túnel subterráneo que conecta las dos secciones de la Terminal 8, dominada por AA. Una vez allí, me alegré de ver que mi pequeña maleta fue la tercera o cuarta en salir del carrusel. Con todo equipaje en mano, me despedí de mis viejas amigas, les deseé unas lindas vacaciones en Nueva York, y seguí la señalización hacia el Airtrain, el tren que conecta las terminales del JFK y el cual debía tomar para llegar a la Terminal 4, desde donde opera SWISS.
PARTE III. DE NUEVA YORK A GINEBRA.
Tal y como esperaba, los mostradores de SWISS aún permanecían cerrados y vacíos. Eran apenas alrededor de las 13:00, y no estaban programados para abrir hasta las 15:00. Hmmm….¿Cómo matar las próximas dos horas? Intenté hacer algo de spotting desde la torre de estacionamiento aledaña a la Terminal 4, pero me confundí de estacionamiento y terminé en otra torre, lo cual añadido a la humedad sofocante y las condiciones de contraluz desagradables para la fotografía terminaron por quitarme las ganas, por lo que regresé al interior de la terminal. De todas formas tendría tiempo suficiente para hacer spotting desde adentro una vez pase el control de seguridad.
Me senté en una esquina frente a los mostradores de SWISS y me puse a leer el clásico «Amor en Tiempos de Cólera» del ilustre e irremplazable Gabriel García Márquez, quien es uno de mis autores favoritos. Frente a los de SWISS, se encontraban los mostradores de Uzbekistan Airways, cuyo vuelo semanal a Taskent, la capital de Uzbekistán, vía Riga, Letonia, se encontraba registrando pasajeros a esa hora. Para mí era extremadamente interesante observar el perfil promedio de los pasajeros de ese vuelo, siendo mi contacto con las culturas de Asia Central y su gente bastante limitado, por no decir demasiado. Me atrevería a decir que la Terminal 4 del JFK es uno de los lugares más globalizados y diversos del planeta. Creo que son pocos los lugares pueden reunir gente de tantos países, razas, y culturas en un sitio tan pequeño. Delta, Air India, Emirates, SWISS, Uzbekistan, Copa, Virgin Atlantic, etcétera, todas registrando sus respectivos pasajeros bajo el mismo techo, cada aerolínea con una demográfica completamente contrastante con el resto. Independientemente de si a uno le gusta o no la aviación, no se puede negar que los aeropuertos, en especial los de la talla del JFK, son de los lugares más interesantes del mundo.
Con mi lectura y mis observaciones de la gente que pasaba por la terminal, el tiempo voló más rápido que el Concorde, y en un abrir y cerrar de ojos poco a poco la gente se alineaba frente a los mostradores de SWISS, unos 25 minutos antes de su apertura. Fui el quinto en la fila. Alrededor de las 14:55 el personal de la aerolínea apareció, y a las 15:00 en punto, con literal puntualidad Suiza, el check-in comenzó. Como era de los primeros en fila, me dirigí inmediatamente hacia uno de los cuatro agentes que realizaban el check-in en ese momento, quien amablemente me saludó y me pidió mi pasaporte. Me asignó el asiento 38K, por el cual había pagado USD $35 en línea con anticipación para asegurar un buen asiento de ventana. Un poco caro, ¡Pero no quería arriesgar no tener una ventana! El agente rápidamente imprimió mi pase de abordaje junto con el de mi conexión con Lufthansa, etiquetó mi maleta hasta Frankfurt, y me deseó un viaje placentero. Para ese momento eran las 15:05.
Como no hay mucho que hacer antes del filtro de seguridad, y como ya llevaba dos horas esperando allí, decidí pasar el filtro inmediatamente. Para los que ya han pasado por allí, sabrán que el filtro del TSA en la Terminal 4 de JFK es un Caos con C mayúscula. Un laberinto con miles de personas y filas interminables yendo en todas las direcciones. Parecía un verdadero desorden, pero en proporción a la cantidad de gente que había se podría decir que se movía un tanto rápido, y en unos 15 minutos ya había logrado pasar.
Mi vuelo ya figuraba en la pantalla de información de la puerta B29, a pesar de que esta aún seguía vacía. El LX23 es popularmente conocido como el «Diplomatic Shuttle«, debido a la gran cantidad de diplomáticos y dignatarios que frecuentan el vuelo, así como el gran número de científicos, investigadores, y otras notables profesiones e individuos. El apodo se remonta a los días de Swissair, cuando el número de vuelo era el infame SR111. En la puerta aledaña, la B27, se encontraba el HB-JHM que operaría el LX17 a Zúrich una hora antes de nuestro vuelo. Al fondo, en remota, se encontraba el HB-JHL «Sarnen«, el cual había llegado desde Zúrich como LX16 unas horas antes y estaba seguro que sería el que me llevaría a Ginebra, ya que la rotación del vuelo a GVA se realiza en Nueva York, haciendo ZRH-JFK-GVA-JFK-ZRH.
Con algunas horas para matar, exploré un poco la Terminal 4 de JFK, donde había estado unos meses antes pero por un muy breve momento en el cual no tuve tiempo de ver mucho. Tras recorrer un par de veces el ala B (la Terminal 4 está dividida en dos alas), regresé a la B29, la cual seguía vacía a excepción de una pareja joven. Me senté junto a una de las ventanas de la puerta y saqué de mi mochila un dibujo de un 747 de KLM el cual regalaría a mi abuelo por su cumpleaños, y en el cual me encontraba trabajando desde hacía un par de noches, ¡motivo por el cual no tuve mucho tiempo para dormir la noche anterior! Por más que quería terminarlo antes de empezar el viaje, el sueño terminó por vencerme por lo que decidí terminar los últimos detalles durante la escala en Nueva York. Me tomó aproximadamente unos 35 minutos más para terminarlo. Aunque no es un fanático de la aviación a mi nivel, mi abuelo conoce la industria bastante bien, sobretodo su querida KLM, y siempre guardaba mis dibujos de aviones cuando era pequeño. Hoy he ido perfeccionando mi técnica poco a poco. Dicen que el arte es el regalo más original que se puede dar a una persona, y sabía que este lo haría muy feliz. 🙂
Una vez terminado el dibujo me dirigí a el ala A de la Terminal 4, donde seguí deleitándome con la variedad que ofrece dicha terminal: Etihad, Singapore, Virgin Atlantic, Egyptair, entre otros. Al rato el hambre empezó a cobrar efecto (de hecho no había tenido más que un café y un par de galletas desde la noche anterior), por lo que compré un poco de sushi en uno de los restaurantes.
Al momento de regresar al ala B, vi una doble cruz en B27 y B29, lo cual me dejó un poco desconcertado ya que acababa de ver al HB-JHL aun en remota tan solo un par de minutos antes… Pero resultó que la nave que me llevaría a Ginebra sería el HB-JHI, el cual estaba recién llegado de Zúrich como LX14, fue entregado a SWISS en 16 de Diciembre de 2010, y como si no hubiese avión más apropiado para el vuelo, ¡el HB-JHI esta bautizado con el nombre nada más y nada menos que «Geneve«!
Poco después de la llegada del avión, un diluvio se apoderó del lugar, creando un ambiente y una luz bastante interesante para las fotos. Sin embargo, siendo JFK, ya sabía muy bien lo que eso significaría: retrasos y más retrasos. Tan pronto como la lluvia se detuvo, el «Geneve» empezó a ser atendido por los servicios de plataforma y a ser preparado para el vuelo de vuelta a Suiza. Para ese momento la B29 ya se encontraba repleta de pasajeros, así como la tripulación, que pacientemente esperaba junto a la puerta de la manga. El HB-JHM realizaba su push-back realizaba rumbo a Zúrich en la puerta de al lado mientras nuestro a HB-JHI le iban terminando de realizar el servicio de catering. Eran las 18:10 y el embarque no comenzaría por otros 40 minutos, a las 18:50, por lo que una vez más recorría el Ala B de la Terminal 4 para matar el tiempo que quedaba. A excepción de nuestro vuelo, un 747 de El Al en la otra puerta de al lado, la B31, y un A330 de Virgin Atlantic que acababa de ser remolcado a la B27 tras la salida del vuelo a Zúrich, todos los vuelos utilizando esa ala de la terminal pertenecían a Delta, quien tras la clausura (y desafortunada demolición) de la legendaria Terminal 3 «Worldport», que pertenecía a PanAm en sus días, se apoderó de la Terminal 4.
Alrededor de las 10:30, los agentes de SWISS anunciaron que el proceso de embarque estaría por comenzar en 10 minutos, y pidiendo a los pasajeros con movilidad reducida, niños pequeños, y otros pasajeros especiales como menores viajando sin acompañante a embarcar primero, anuncio tras el cual una centena de pasajeros empezó a hacer fila desde la puerta hacia la manga del avión hasta bien entrado el pasillo, casi mezclándose con los pasajeros del vuelo de El Al que embarcaba a nuestro lado. Si existía una aerolínea en la que jamás esperaría este comportamiento, era SWISS. Pero sirve como evidencia que es algo que ocurre en todas las aerolíneas y que los estereotipos son solo eso, estereotipos. Me dirigí al final de la fila y esperé con el resto de los pasajeros. Me tocaba la Zona 2, la cual embarcaba después de Primera Clase, Clase Ejecutiva, y elites de SWISS y Star Alliance.
Vuelo: LX 023
Ruta: Nueva York, John F. Kennedy JFK|KJFK – Ginebra, Cointrin GVA|LSGG
Aerolínea: Swiss International Air Lines
Avión: Airbus A330-343X – HB-JHI, bautizado como «Geneve»
Asiento: 38K
Load Factor: 97-98%
Hora de Salida Programada: 19:25 / Hora de Salida verdadera: 20:28
Hora de llegada Programada: 09:10 / Hora de llegada verdadera: 09:17
Embarcamos por la puerta L2, donde nos recibieron con un entusiasta «¡Bienvenue à Bord!» una azafata y el «Maître de Cabine«, como se le conoce a los jefes de cabina en SWISS. Me dirigí hacia mi asiento, el 38K, mientras admiraba el diseño interior implementado en las cabinas de SWISS. Una de mis elementos favoritos es sin duda la atmosfera de sus interiores. Me encanta la combinación de minimalismo y los tonos marrones escogidos, los cuales crean un ambiente sumamente calmo y relajante. Menos es más, y esta es sin duda mi cabina favorita en la industria.
Junto a mi asiento había un hombre de mediana edad de algún lugar que nunca supe puesto que jamás dijo una sola palabra. Almohadas, mantas, y audífonos se encontraban puestos en cada asiento. La almohada era normal, pero la tela y textura de la manta es la mejor que he recibido en un vuelo en clase económica. La pantalla individual nos daba la bienvenida en cinco idiomas: Inglés, Alemán, Francés, Italiano, y Romanche. ¡Me encanta el multilingüismo Suizo!
El avión se fue llenando poco a poco, y para las 19:20 ya todo el pasaje se encontraba en su respectivo asiento. Noté algunos asientos vacíos en las filas centrales hacia la parte trasera, pero a excepción de esos 4 o 5 asientos, la cabina iba llena a tope. La mayoría de los pasajeros, como es de esperarse, eran suizos, franceses, o estadounidenses. También pude notar un grupo grande de italianos, pero estimo que habrían pasajeros de al menos otras 15 nacionalidades. Después de todo se trata del «Diplomatic Shuttle«.
La puerta L2 fue cerrada para nuestra hora programada de salida, y Bastien, el Maître de Cabine, se introdujo y nos dio la bienvenida a bordo del vuelo LX23 a Ginebra. Primero en francés, luego en inglés, después alemán, y finalmente brevemente en italiano. Una de las azafatas iba por los pasillos repartiendo la prensa mientras el vídeo de seguridad se reproducía en las pantallas. Al terminar este, el comandante se introdujo al pasaje en francés e inglés y nos explicó que debido a la congestión en JFK tras la fuerte lluvia estaríamos demorados en tierra por un tiempo, pero que una vez despeguemos cogeremos rumbo norte y nuestra ruta nos llevaría sobre Boston, Halifax, St. John, entrando a Europa sobre el Golfo de Vizcaya en Francia, volando sobre Lyon, y finalmente aterrizando en Ginebra a la mañana siguiente. El vuelo tendría una duración de 6 horas con 50 minutos y volaríamos a una altitud de 37,000ft de altura. El comandante nos deseó un buen vuelo y esperamos a empezar nuestro carreteo hacia la pista 31L para despegue.
Pasaron unos 8-10 minutos en nuestra posición de push-back para que al fin pudiésemos movernos tan solo unos metros, donde permanecimos unos 30 minutos más. Empecé a ver un par de episodios de Padre de Familia en la pantalla a lo que me daba cuenta que esto tardaría más de lo que tenía en mente. Porque, bueno, ya saben… ¡es JFK! El sol se escondía en el horizonte mientras esperábamos en la fila eterna para despegue, hasta que finalmente, aproximadamente una hora después del push-back, el comandante nos informó que seríamos los próximos para despegue. Este se efectuó a las 20:28, y cogimos rumbo norte sobre Queens.
Mientras ascendíamos desde Nueva York, empiezo a ver Harry Potter y la Cámara Secreta, la cual no veía desde que salió a los cines en 2002. Para cuando alcanzamos nuestro nivel de 37,000ft, la tripulación de cabina comenzaba a preparar el servicio. Nos servirían una cena ahora, y un pequeño desayuno antes de llegar, como es típico en vuelos entre la costa este de Estados Unidos y Europa occidental.
Sandra y Eva se encargaban de nuestro pasillo. Dos azafatas sumamente alegres y risueñas, que hablaban en alemán entre ellas y en francés e inglés con los pasajeros. Sandra nos ofreció las opciones: Pasta o pollo con papas. Escogí la segunda opción, la cual vino en una bandeja bien presentada, y aunque he tenido mejores comidas en clase económica, la verdad es que no tenía mal sabor. El brownie y el queso si estaban bastante ricos. Mientras tanto, Eva, se encargaba de las bebidas, y como nunca está de más, le pedí un vino tinto. 🙂 Sandra y Eva pasaron varias veces por los pasillos haciendo rondas de café, té, y más pan. Mi costumbre cuando vuelo es de tomar té, así que pedí un poco. Alrededor de las 22:00 hora local las bandejas fueron recogidas y el servicio fue dado por terminado, al tiempo que la tripulación nos pidió que bajáramos nuestras ventanillas para que el amanecer no perturbe el sueño de nadie unas horas más tarde. Continué viendo mi película, las luces fueron atenuadas completamente unos momentos más tarde, y todos a dormir.
Aquí es cuando ocurre algo curioso. Mientras veía la película reviso mi teléfono y me doy cuenta que había olvidado ponerlo en modo avión. Aparentemente unos minutos antes, en algún lugar a 37,000ft sobre Canadá, ¡mi teléfono recibió una diminuta pizca de señal y comencé a recibir mensajes de texto dándome la bienvenida a Canadá! Así como algunos de Facebook y WhatsApp, incluyendo uno de mi padre diciéndome que se encontraban embarcando el vuelo de KLM en MEX. ¡Qué ironía! De alguna manera pude encontrar señal a 37,000ft de altura, ¡pero no puedo ni siquiera en mi casa!
Memorias del vuelo 111 de Swissair me llegaron a la mente tiempo después, al caer en cuenta que coincidentemente recibí los mensajes de bienvenida a Canadá entre las 22:30 y las 23:00, el mismo intervalo de tiempo durante el cual el SR111 impactaba trágicamente las heladas aguas de la costa de Nueva Escocia, mientras volaba la misma ruta en básicamente la misma aerolínea. Coincidencias curiosas y un tanto escalofriantes.
Al terminar la película dormí por un par de horas, Cuando desperté aún faltaban dos horas para la llegada, y tan solo unos minutos para que empezara el amanecer, mi parte favorita de cualquier vuelo transatlántico y que nunca me quiero perder. No podía evitar capturar con mi cámara el contraste entre tan llamativo entre el winglet de SWISS con la híper-simbólica cruz suiza y las luces del alba. Me mantuve abriendo y cerrando rápidamente la ventanilla mientras fotografiaba el amanecer a fin de no despertar a nadie con la luz hasta que las luces de la cabina fueron encendidas varios minutos después, lo que significa que ya podía dejar mi ventanilla abierta. El agradable aroma de croissants siendo calentados en el galley para el desayuno irradiaba la cabina. El resto de los pasajeros despertaba poco a poco y abrían sus ventanillas también.
El servicio de desayuno comenzó. Sandra y Eva nos entregaron una cajita de cartón y nos dejaron escoger un croissant caliente de una canasta. La cajita traía un yogurt de fresa, mantequilla, y un vasito de jugo de naranja. El croissant estaba muy bueno pero no toqué el yogurt (detesto los yogures), así que cuando Sandra hizo otra ronda de croissant por el pasillo cogí otro más. Sirvieron café y té, y una vez más escogí el té. Poco después, Eva pasó por la cabina entregando los típicos chocolates de LX. ¡No puedo escribir un reporte de SWISS sin dejar record del chocolatito!
El primer avistamiento de tierra Europea fue el Estuario de la Gironda, en Francia, faltando ya poco para la llegada. Poco después de pasar el estuario, una densa capa de nubes cubrió el continente durante unos minutos. En algún lugar en proximidad de Lyon, el comandante anunció que en breve comenzaremos el descenso hacia Ginebra, y que estaríamos esperando nuestra llegada a las 09:15 hora local, tan solo unos minutos más tarde nuestra hora programada de llegada a pesar del retraso en Nueva York. Después del anuncio del comandante, el entretenimiento individual se detuvo y las pantallas comenzaron a mostrar información de llegada, que señalaba que estaríamos llegando por la puerta C16. Un diagrama de la pequeña terminal Ginebrina y un par de puertas de conexión también fueron mostrados, pero el resto de las conexiones, incluyendo la mía a Frankfurt, no aparecían en la pantalla.
Con 20 minutos restantes para la llegada, el comandante instruyó a la tripulación preparar la cabina para el aterrizaje, y Eva dio una última vuelta por nuestro pasillo para asegurar que todo esté en orden. Por la ventanilla, el impresionante paisaje Suizo comenzaba a hacerse notar, y realizamos un par de maniobras antes de alinearlos a la pista 05 del aeropuerto de Cointrin, donde tocamos tierra a las 09:17 hora local.
Bastien nos dio la bienvenida a Ginebra, donde la temperatura era de unos agradables 15 grados Celsius. Nos informó que los pasajeros de primera clase y clase ejecutiva utilizarían la manga de la puerta C16, pero que los pasajeros de clase económica desembarcaríamos por remota, usando escaleras en la puerta trasera del avión. No comprendo la lógica tras ese protocolo, ¡pero no había nada de que quejarse! Embarcar/Desembarcar por escaleras siempre le agrega un toque especial a los vuelos, en mi opinión. En especial si se trata de un avión de fuselaje ancho como el A330.
Estacionamos frente a la puerta C16 junto a un 767-300 de United proveniente de Washington-Dulles, y un 767-400 proveniente de Newark. Como estaba sentado casi al final de la cabina de clase económica, fui de los primeros pasajeros en desembarcar. Les di las gracias a Sandra y Eva por el auténtico servicio y salí del avión a través de la escalera, con un clima perfecto de 15 grados y cielo despejado.
Nos subimos al autobús y este nos dejó frente a un filtro de inmigración secundario la planta baja de la terminal. Como fui de los primeros pasajeros en salir del autobús, fui directo a uno de los oficiales de inmigración, donde en menos de 5 segundos y sin ningún tipo de pregunta o comentario mi pasaporte fue estampado con el sello de la Confederación Helvética y la Unión Europea.
PARTE IV. DE GINEBRA A FRANKFURT.
Una vez pasado el filtro de inmigración seguí las señales de vuelos en conexión hasta un pequeño filtro de seguridad que llevaba a las puertas de embarque. Como Ginebra es un aeropuerto pequeño que no maneja muchas conexiones, solo había 5 o 6 pasajeros de nuestro vuelo pasando a través de él, y no tardé más de un par de minutos en pasarlo. Me dirigí al primer piso de la terminal, donde se encuentran las puertas de embarque. Para ese momento eran las 09:51, y mi vuelo a Frankfurt saldría a las 11:00. La salida del vuelo LH1215 aparecía en las pantallas de información por la puerta A5, pero al cabo de unos minutos esta fue cambiada a la puerta A4.
En FlightRadar24 pude notar que el vuelo sería operado por el D-ABIN, bautizado «Langenhagen«, un veterano de 25 años entregado a Lufthansa el 4 de Abril de 1991 y para ese momento el primer 737-500 en mi lista. Hoy por hoy, todos los 737-500 de Lufthansa han sido dados de baja, incluyendo el Langenhagen, que realizó su último vuelo en Diciembre de 2015. Los 737-300 de Lufthansa siguen en servicio por unos meses más, pero pronto serán dados de baja también. El D-ABIN aterrizó y se estacionó frente a la puerta A4. Desafortunadamente, el aeropuerto de Ginebra ofrece oportunidades de fotografía muy limitadas, ya que la mayoría de las ventanas están cubiertas con un estampado de puntitos que arruinan las fotos, similares a los que están en el aeropuerto de Detroit, para los que han estado allí.
Aún quedaban varios minutos antes de que se diera por comenzado el embarque, y como no el spotting fue imposible, me di una vuelta por el área de duty free, donde compré un par de souvenirs y unas barritas de chocolate suizo. Para cuando volví a la puerta A4, el embarque estaba listo para comenzar. Los pasajeros de clase ejecutiva, elites de Lufthansa y Star Alliance, pasajeros con movilidad reducida, niños pequeños, y otras necesidades especiales fueron instruidos a enfilarse en la fila prioritaria, mientras que las zonas 1 (mi zona) y 2 fuimos instruidos a enfilarnos en la fila standard.
Vuelo: LH 1215
Ruta: Ginebra, Cointrin GVA|LSGG – Frankfurt, Main FRA|EDDF
Aerolínea: Lufthansa
Avión: Boeing 737-530 – D-ABIN, bautizado como «Langenhagen»
Asiento: 20A
Load Factor: 85-90%
Hora de Salida Programada: 11:00 / Hora de Salida verdadera: 11:15
Hora de llegada Programada: 12:00 / Hora de llegada verdadera: 12:02
Dos sonrientes azafatas de mediana edad nos dieron la bienvenida en la puerta del avión. Aunque el avión sin duda alguna comenzaba a dar evidencia de su edad, la cabina estaba mantenida en estado inmaculado. Mi asiento era el 20A y mis compañeros de fila eran una joven Canadiense en conexión a Montreal y una señora Colombiana en conexión a Bogotá con quien me entretuve hablando casi todo el vuelo. Al parecer casi todos los pasajeros del vuelo iban en conexión a otros destinos de la red de Lufthansa.
Poco a poco la cabina se fue llenando, hasta alcanzar un factor de ocupación de aproximadamente 85%, con un par de asientos vacíos por aquí y por allá. Por alguna razón permanecimos en la puerta 10 minutos pasada la hora programada de salida. El comandante se introdujo a sí mismo y al resto de la tripulación, pero no dio motivo por la pequeña demora, al menos no en inglés, quizás la dijo en alemán. Aun así, tenía más de 6 horas de escala en Frankfurt antes del vuelo a Ámsterdam con KLM. Tal como en la escala en Nueva York, decidí tener varias horas de por medio en caso de cualquier eventualidad para minimizar riesgos. A las 11:15, 15 minutos después de la hora programada de salida, iniciamos el push-back y carreteamos a la pista 05 para despegue. El tiempo de vuelo hasta Frankfurt sería de unos cortos 45 minutos.
Ascendimos rumbo a Alemania paralelos a la costa del espectacular Lago de Ginebra, deleitándome con el grandioso paisaje que se presentaba abajo. Tan pronto como alcanzamos nuestra altura de crucero, el servicio comenzó, el cual se trataba de un pequeño sánduche de quark, queso, y pepino. No soy muy fanático del pepino, pero para un vuelo de tan solo 45 minutos era un servicio más que adecuado. El trato y contacto de la tripulación con los pasajeros fue amable y cortés en todo momento.
El vuelo transcurrió en un abrir y cerrar de ojos, y antes de darme cuenta ya habíamos iniciado nuestro descenso hacia Frankfurt, donde tocamos tierra en la pista 07R a las 12:02 hora local. Realizamos un corto carreteo hasta nuestra plataforma asignada, una posición remota ubicada en la esquina este del aeropuerto, junto a otro 737-500 de Lufthansa.
Fui uno de los últimos pasajeros en desembarcar, y ya casi todos estaban dentro del autobús. Le di las gracias a la tripulación y descendí por la puerta 2L. La temperatura en Frankfurt era de aproximadamente unos 30 grados Celsius, y la humedad era igual de alta. El recorrido en autobús desde el avión hasta el área de recogida de equipaje proporcionó un muy entretenido tour de la plataforma del aeropuerto, con la variedad de aerolíneas y libreas que caracterizan a Frankfurt.
El autobús nos dejó en la Terminal 1, y todos a excepción de unos 6 o 7 pasajeros, incluyéndome, subieron las escaleras a la zona de embarque para tomar su vuelo de conexión. A pesar de haber unos 4 vuelos con horario de llegada similares con quienes compartíamos el carrusel de equipaje, todo el vestíbulo estaba casi vacío ya que la gran mayoría de los pasajeros continúan en conexión con Lufthansa/Star Alliance.
Mi maleta fue la segunda en salir del carrusel y ahora tenía casi 7 horas para matar antes de la salida del vuelo a Ámsterdam con KLM, cosa que en Frankfurt no es muy difícil de hacer. Sin embargo, si iba a pasar 7 horas merodeando por FRA, lo primero que quería hacer era estar tan ligero como me sea posible, así que me dirigí a los mostradores de KLM para dejar mi maleta.
KLM opera desde la Terminal 2, por lo que para llegar allí la forma más rápida y sencilla es utilizando el tren automático que conecta ambas terminales. Sin embargo, algo sucedió en la estación del tren en la Terminal 1 causando que la policía cerrara el acceso al sitio. Me pareció extraño, pero no quise averiguar por qué estaba cerrado el acceso. Pasé por uno de los mostradores de información y una muchacha me dijo que la manera alternativa de llegar a la Terminal 2 era salir y tomar el autobús que conecta ambas terminales por tierra periódicamente. Tenía más que tiempo de sobra, así que no me molestó en lo absoluto. Aunque debido a que el tren estaba cerrado el autobús iba a capacidad máxima, lo que lo hacía bastante incomodo con tanta gente y tanto equipaje.
PARTE V. DE FRANKFURT A ÁMSTERDAM.
Los mostradores de KLM, compartidos con Air France y Alitalia, estaban vacíos a esa hora. Un amigable agente me pidió identificación y procedió a etiquetar mi maleta e imprimir mi pase de abordar. Para el momento de terminar el check-in con KLM eran las 13:45. Estando en la Terminal 2, no podía pasar la oportunidad de visitar la famosa terraza de observación. El precio para entrar era EUR €3. Sin embargo, la situación era la misma que en JFK: el calor, la humedad sofocante, la distorsión térmica, y las condiciones de contraluz no creaban un ambiente muy agradable. ¡Me hubiese encantado estar allí con mejores condiciones de luz y con una temperatura más agradable!
Mientras estaba en la terraza recibí una llamada de mis padres. Acababan de aterrizar en Ámsterdam y querían saber cómo me estaba yendo. Me fui adentro porque no los podía escuchar muy bien, y pensé en regresar cuando terminó la llamada, pero dadas las malas condiciones de spotting y el desagradable clima decidí quedarme adentro y explorar un poco más el aeropuerto. Para ese momento ya el tren estaba de vuelta en operación, por lo que volví a la Terminal 1 a explorar un poco la gran zona comercial que tiene. ¡Tiendas y Restaurantes por doquier! Pasé un par de horas merodeando por FRA y explorándolo de esquina a esquina.
Luego, alrededor de las 16:00, decidí volver a la Terminal 2, esta vez para pasar el filtro de seguridad y explorar el área de embarque. Me costó un poco encontrar el filtro para entrar a las puertas D de la Terminal 2, desde donde KLM opera junto con otras aerolíneas europeas como Air France, Alitalia, Iberia y Air Europa. Es de esperarse, digo yo, que en un aeropuerto tan importante como Frankfurt y en una sección de la terminal desde donde operan algunas de las aerolíneas más importantes de Europa con servicios frecuentes a ciudades tan importantes como Paris, Ámsterdam, Madrid, o Milán haya todos los servicios y comodidades imaginables, ¿no?
Pues, no.
Nada.
Nothing.
Rien.
Nichts!
Resulta ser que la Terminal 2D solo tiene un restaurant, un par de tiendas duty free, y una tienda Relay. De resto es solo un laaaaaargo e interminable pasillo con puertas, pocas sillas, y vistas limitadas. Aún faltaban 3 horas para mi vuelo, y definitivamente haber pasado el filtro tan temprano fue un error. A pesar de que mi vuelo ya aparecía en las pantallas de información, aún no aparecía una puerta asignada. Me empezaba a pegar el hambre, así que fui al único restaurante que había en la sección y pedí una pizza, ¡la cual sabía a gloria! Sin embargo una vez terminé de comer, los efectos de la somnolencia postprandial, añadidos al hecho de que tenía más de 48 horas sin dormir ininterrumpidamente se apoderaron de mi cuerpo y me dejaron sintiendo como un zombi. Necesitaba dormir y mi cuerpo lo sabía. Encontré una esquina oscura, poco concurrida y con sillas cómodas en el extremo este del pasillo y pasé la próxima hora y media en brazos de Morfeo.
Para cuando desperté, faltaba aproximadamente una hora para la salida del vuelo. Perfecto. Noté que ya tenía una puerta asignada, la D22. Me dirigí allí donde en breves momentos comenzó a llegar más gente. La puerta abrió aproximadamente a las 18:40 y nos dejaron entrar a la zona de espera, desde donde un autobús nos llevaría al avión. Antes de entrar, el agente de KLM etiquetó mi equipaje de mano, el cual sería entregado en la puerta del avión, donde sería puesto en la bodega y entregado de vuelta en la puerta del avión una vez en Ámsterdam. Todos mis documentos se encontraban en mi mochila, así que no fue molestia alguna.
¡Y así llegamos al último tramo de la odisea!
Vuelo: KL 1774
Ruta: Frankfurt, Main FRA|EDDF – Ámsterdam, Schiphol AMS|EHAM
Aerolínea: KLM Cityhopper
Avión: Fokker 70 – PH-KZP
Asiento: 7F
Load Factor: 100%
Hora de Salida Programada: 19:20 / Hora de Salida verdadera: 19:20
Hora de llegada Programada: 20:20 / Hora de llegada verdadera: 20:13
Subimos al autobús a las 18:52. El avión se encontraba casualmente en la misma plataforma por donde había arribado de Ginebra unas horas antes. Allí se encontraba el PH-KZP, luciendo radiante con su capa de pintura nueva con la librea actualizada de KLM, a pesar de sus 20 años de edad para la fecha. Fue entregado originalmente a British Midland el 24 de Abril de 1995 y adquirido por KLM en el año 2002. Sería mi primer vuelo en un Fokker, ¡y vaya que me emocionaba!
Embarcamos por la escalerilla retractable y uno de los dos sobrecargos nos dio la bienvenida a bordo. Los asientos estaban prácticamente nuevos, inmaculados, y en perfecto estado. Los mamparos mostraban orgullosamente «Regional Airline of 2015». Mi asiento era el 7F, muy cómodo para un vuelo corto como ese. La cabina se llenó rápidamente hasta llegar a tope. Realmente quería un asiento en la parte trasera, entre la turbina y el ala, pero debido a la alta ocupación del vuelo, ya estaban todos seleccionados. De todas formas, la vista desde mi asiento no era para nada mala tampoco.
A las 19:15 ya estábamos listos para salir, y Albert, el sobrecargo en jefe, se introdujo y dijo que nuestro vuelo a Ámsterdam sería de 45 minutos, lo mismo que el tramo de Ginebra a Frankfurt. Iniciamos el push-back justo a tiempo a las 19:20 y nos dirigimos a la pista 07C para despegue, sobrevolando la ciudad de Frankfurt en nuestro ascenso inmediatamente después de despegar.
Tan pronto como alcanzamos nuestra altitud de crucero, comenzó el servicio, el cual se trataba de una pequeña bolsa de pretzels y bebidas no alcohólicas. Tan solo unos minutos antes de despegar de Frankfurt, el comandante anunció que en breve iniciaríamos nuestro descenso a Ámsterdam, donde después de sobrevolar el típico, llamativo, y colorido paisaje holandés tocamos tierra por la pista 06 del célebre aeropuerto de Schiphol a las 20:13 hora local, con 7 minutos de adelanto con respecto a la hora de llegada programada.
Estacionamos en la «Fokker Farm«, como popularmente se conoce a la plataforma desde la que operan los simpáticos Fokker 70s de Cityhopper. Cogí mi equipaje que esperaba en la puerta del avión, y me subí al autobús que allí esperaba para llevarnos al área de recogida de equipaje, ¡no sin antes tomar un par de fotos del avioncito que me trajo!
Arribamos al área de recogida de equipaje a las 20:35, pero la pantalla de nuestro carrusel decía que el equipaje empezaría a salir a las 21:03, lo cual me parecía un poco exagerado. Afortunadamente las maletas empezaron a salir a las 20:48, siendo la mía la primera en salir. Con maleta en mano, me dirigí afuera hacia el punto de encuentro en el vestíbulo principal del aeropuerto, donde uno de mis tíos me esperaba tras haber llegado desde Madrid unos minutos antes. Esperamos un ratito hasta que el chofer apareció, y nos llevó rumbo al sur hacia el Hotel Kurhaus en Scheveningen, en La Haya, donde mis padres, abuelos, hermana, primos, tíos, y tías esperaban, cerrando con broche de oro casi 30 horas de viaje y dando comienzo a unas buenas vacaciones familiares en Holanda.
PARTE VI. DEN HAAG.
Para cerrar este reporte, comparto unas fotos de La Haya, como bonus. Una ciudad muy tranquila, guapa, y con muy buena vibra.