Por José GM
¿Alguna vez se han despertado con esa sensación de no saber dónde están? Esta sensación la vivimos muy a menudo los tripulantes en la aviación. Son tantos los hoteles a los que llegamos en repetidas ocasiones que hasta al personal ya los vemos como nuestros amigos.
Cuando entre platicas la gente se entera que eres piloto o sobrecargo su primera reacción es: «Wow, seguro viajas por todo el mundo» ó » Me encanta llegar a los hoteles«, y sí a mi también me gusta recorrer el mundo y conocer diferentes hoteles, esa fue una de las razones por la que decidí ser piloto…
Pero, ¿realmente me encanta vivir en un Hotel?
Al principio, es una aventura. Llegar a los mejores hoteles de la ciudad (o a unos no tan buenos) después de una jornada de 12 horas o más y 3 o hasta 6 vuelos en un día es solo para tener esas anheladas horas de descanso y sueño.
Sí, a todos nos gusta llegar y ver tu cama lista, esa que desde que la ves te llama a caer en un sueño profundo. Qué decir de la tina que incita a un merecido baño para relajar el cuerpo y liberar el estrés. Mención a parte merece el Room Service para degustar platillos típicos o hasta el universal club sandwich, cualquiera que sea la opción sabrá a gloria después de no haber probado bocado en todo el día.
No todo es miel sobre hojuelas
En la mayoría de los hoteles gozamos de una tarifa preferencial para hospedarnos. No es para menos, ya que las aerolíneas desembolsan fuertes cantidades para garantizar el confort de sus tripulantes.
Pero, ¡NO! realmente no me encanta la idea de vivir en un hotel, a pesar de esas lujosas instalaciones, gimnasios con aparatos de última tecnología y SPA. No hay nada como estar en tu casa y disfrutar de tu espacio, comer platillos cocinados por tu mamá o pareja. Créanme, no hay nada mejor que eso. Aunque a veces llegas a casa después de una gira de 5 o 6 días, tu cama sigue igual de destendida y tu ropa sucia ¡No importa! por fin estás en casa.
Despertar y preguntarte: ¿dónde estoy?
Muchas veces (realmente muchas) cuando duermes en un hotel despiertas a mitad de la noche preguntándote ¿Dónde estoy?. Techos altos y cuartos obscuros , sonidos raros , el vecino con la música o la típica fiesta de los tripulantes que acaban de llegar y necesitan relajarse platicando sus anécdotas en vuelo. Te das cuenta que estás en un hotel y no en tu anhelada casa. Cuando sientes esa soledad a medianoche, lo mejor para evitarla es volver a dormir para despertar al día siguiente, empacar y vivir otra noche mas lejos de tu hogar.
Sin embargo, de vez en cuando es bueno alejarte de todo y de todos compartiendo momentos de soledad donde puedes valorar las cosas que tienes o quisieras tener.
A veces los cuartos se vuelven puntos de reunión e inclusive en un pequeño y confortable nicho de amor para los tripulantes que sostienen una relación. A final de cuentas este es y será nuestro estilo de vida hasta el ultimo día que decidamos volar. Cuando llegue ese día estoy seguro que diré: «Extraño mi vida en un hotel».
Dedicado a todos mis compañeros tripulantes.
Felices vuelos y mejores descansos.