El accidente del vuelo 2933 de LAMIA que acabó con la vida de 71 personas en Colombia fue una torpe e irresponsable tragedia que pudo haber sido evitada por el propio Capitán, así como un grupo de personas quienes, con suerte, serán investigados y merecidamente ajusticiados.
Fue un accidente que me impactó personalmente, como Piloto Comercial y como alguien que toda su vida ha admirado profundamente a los Pilotos.
El 28 de Noviembre de 2016, la tripulación de mando del 2933 de la boliviana LAMIA de manera arrogante puso la vida de sus pasajeros en riesgo tras una serie de decisiones imprudentes. Estos dos individuos no solo tuvieron la negligencia de ignorar las normas, sino también la falta de sentido común y responsabilidad que conlleva el llevar esas cuatro franjas sobre sus hombros.
El accidente a 10 millas del aeropuerto José María Córdova de Medellín no solo acabó con sus vidas sino también con la de 69 personas más, incluyendo el equipo de futbol profesional brasilero Chapecoense camino a enfrentar al equipo Atlético Nacional de Medellín en la final de la Copa Sudamericana, periodistas, y otros miembros de la tripulación.
También fue un golpe para aquellos honrados Pilotos alrededor del mundo quienes, en pro de la excelencia, aspiran en convertirse en mejores, más seguros, y ejemplares aviadores.
DE PRIMERA MANO EN EL TEMA
La noche de los acontecimientos, probablemente estuve entre los primeros en escuchar del suceso. Platicaba con amigos Pilotos que suelen volar a Medellín, y me enteré de que una aeronave se había precipitado al suelo a unas millas del aeropuerto.
Impactantes fotos del accidente comenzaron a llegar a mi teléfono celular de los primeros testigos que arribaron a la escena. Noté que no había fuego. Tampoco había rastros de humo, ni nada parecido. El fuselaje del Avro se encontraba picado a la mitad, esparciendo escombros a lo largo de una pequeña montaña situada a tan solo unos metros del VOR de Medellín.
Al notar esto en las imágenes, la idea de que quizás se habían quedado sin combustible pasó por mi cabeza. Si, esa cosa tan inimaginable. En pleno siglo 21, ¿cómo es posible que alguien se quede sin combustible?, pensé.
Cuando les conté a mis amigos lo que creí que había pasado, se rieron. Sabían que era imposible. Son profesionales de la industria y conocen de primera mano las exigentes condiciones en las que operan las líneas aéreas. No podía ser.
EL CAPITÁN INTOCABLE
¿Pero saben qué? , los capitanes suelen gozar de cierto grado de autonomía en los países latinoamericanos (al igual que en muchas otras partes del mundo). He escuchado un sinfín de historias donde los Primeros Oficiales son silenciados tan pronto pisan un avión porque las cuatro franjas las lleva el otro tipo sobre sus hombros. Al igual, he oído numerosas historias de colegas en las que no se les da importancia a sus opiniones, porque la opinión que prevalece es la del capitán al mando.
Este tipo de comportamiento sin sentido es lo que ocasiona accidentes imprudentes como el que acaba de ocurrir en las colinas de Medellín. No puedo imaginar qué clase de ambiente se sentía en la cabina del vuelo LMI2933, porque el capitán al mando era también uno de los propietarios de la aerolínea.
Horas después del accidente, recibí una foto del plan de vuelo original del vuelo LMI2933. Todo de manera muy rápida gracias a la carencia de formalidades en los países latinoamericanos. Mis ojos de enfocaron en dos campos importantes: tiempo estimado de vuelo, y alcance del combustible. No fue para mi sorpresa notar que ambos campos indicaban exactamente el mismo número: 4 horas y 22 minutos. Tiene que ser un error, pensé.
Naturalmente, comencé a dudar de la autenticidad del plan de vuelo. No podía ser real, pensé. Sería un insulto a todos los pilotos, tripulantes, y pasajeros que alguna vez subieron a un avión. Es un acto atroz que tan solo puede verse como una broma.
Pero a la mañana siguiente, recibí una transcripción de la conversación entre el despachador de la aerolínea y oficina de operaciones del aeropuerto, en la que verifiqué la prueba entera. Todo gracias a la falta de formalidades en Latinoamérica.
– «Señor, no puede presentar este plan de vuelo así», mencionó la funcionaria encargada de revisar los planes de vuelo desde el aeropuerto de Santa Cruz, Celia Castedo, al despachador de LAMIA, Alex Quispe. «La autonomía y el tiempo en ruta son iguales, tiene que cambiarlo»
– «No, el capitán está al tanto y dice que está bien. El combustible nos alcanza más que bien para llegar a Medellín. Lo hacemos en menos tiempo, no se preocupe», respondió Quispe, quien unas horas después fallecería en el accidente.
Y así salieron.
Las aerolíneas alrededor del mundo suelen tener un equipo de profesionales dedicados a preparar los aviones para sus vuelos. Entre ellos se encuentran los despachadores de vuelo, una figura de elevada responsabilidad encargada con el importante deber de formular el plan de vuelo, calcular los números de peso y balance, y entregárselo al capitán, quien debe aprobarlo y firmarlo.
En el caso de LAMIA, es posible que las cosas hayan funcionado de manera diferente. Al ser copropietario de la aerolínea, el Capitán Miguel Quiroga fusionó su status como capitán y propietario. Si el jefe lo dice, ¡así lo hacemos! El plan de vuelo fue firmado.
EL OSCURO PASADO DE LAMIA
Ahora, regresando en el tiempo, ¿cómo es que el Capitán Miguel Quiroga se volvió copropietario de la aerolínea? Quizás del mismo modo con el que firmó y aceptó ese nefasto plan de vuelo: Negligencia.
A pesar de que el avión volaba con bandera boliviana, el origen de la aerolínea se remonta a Venezuela, país sinónimo de altos niveles de corrupción que prevalecen en muchos niveles de su sociedad. El propietario original, Ricardo Albacete, fundó LAMIA en el año 2009 buscando restablecer el servicio aéreo hacia la ciudad andina de Mérida. En el año 2013 su primer avión realizó un vuelo promocional desde la ciudad de Porlamar en la Isla de Margarita hacia Ciudad Bolívar en el sur del país, a fin de promocionar el servicio y buscar la autorización del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC) de Venezuela.
Sin embargo, las cosas no ocurrieron conforme a lo planeado y la aerolínea nunca materializó su operación debido a conflictos políticos. Albacete se vio involucrado en un gran escándalo de corrupción entre China y España por lo que le fue negada la autorización de hacer negocios en Venezuela. Culpó al INAC del fracaso de su empresa y se vio forzado a buscar nuevos horizontes donde LAMIA pueda extender sus alas.
En 2015, Bolivia le abrió sus puertas a Albacete. LAMIA Corporation SRL fue establecida con dos aviones BAe Avro RJ85, uno de los cuales fue el involucrado en el accidente. La misión de la nueva aerolínea fue proveer vuelos chárter a eventos deportivos, durante los cuales fueron trasladados varios equipos de futbol por Quiroga y compañía en reiteradas ocasiones.
Las redes sociales de Quiroga mostraban varias selfies con jugadores de futbol profesionales. Se hacía ver como el piloto buena onda que voló a Lionel Messi, considerado uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Pero, ¿Cómo es posible que el jefe de una compañía que llevaba a tantos jugadores de futbol importantes se haya olvidado hacer su trabajo correctamente? Quizás porque se creía intocable.
UN PLAN DE VUELO CORRUPTO
Las regulaciones aeronáuticas internacionales requieren que las aerolíneas lleven combustible suficiente en sus aviones para llegar a sus destinos, más un aeropuerto alterno, y unos 45 minutos de combustible adicionales.
El cumplimiento de estas regulaciones se asegura de que el avión cuente con combustible suficiente para continuar volando ante cualquier situación imprevista al momento de llegada -algo que el Capitán Quiroga decidió ignorar al ser formulado su plan de vuelo por el despachador de la aerolínea e inicialmente negado por la funcionaria del aeropuerto.
La ruta elegida para el vuelo LMI2933 de Santa Cruz de Medellín cubría una distancia de 1,605nm (2,975km), con un tiempo estimado de vuelo de 4 horas y 22 minutos -mucho más de lo que el avión estaba diseñado para cubrir.
Según el fabricante del avión, British Aerospace, el Avro RJ85 (como mucho un avión regional) cuenta con una autonomía máxima de 1,600nm (2,965km). La ruta aprobada en el plan de vuelo excedía el rango del avión por unas críticas 5 millas, omitiendo toda regulación, cuestión de seguridad, o incluso la más pequeña pizca de sentido común.
E incluso cuando su plan de vuelo pudo haber sido formulado y aprobado por cualquier otra persona, siempre queda la posibilidad de desviarse y hacer una parada de reabastecimiento de combustible en caso de que los cálculos indiquen que el combustible no será suficiente para completar el vuelo de manera segura.
De hecho, con la tecnología de hoy alcance de la mano, sabemos con precisión exactamente cuánto combustible llevamos en cualquier fase de un vuelo entre Punto A y Punto B, cuanto tiempo nos queda, y cuantos litros, libras, kilos, o galones de combustible tendremos al momento de tocar tierra. Toda esta información está disponible para el Capitán, quien debe usarla para tomar decisiones precisas que garanticen la seguridad de sus pasajeros y tripulación.
Pero el Capitán Quiroga olvidó que su avión de 17 años de edad podría alcanzar Medellín con sus tanques de combustible repletos de nada más que emanaciones de gas. No anticipó -de manera negligente- que el control de tráfico aéreo de Medellín le pediría volar en círculos por más minutos del que su nefasto plan de vuelo estimaba.
Se le olvidó como ser un Piloto.
Pero en cambio, el vuelo LMI2933 salió de Santa Cruz rumbo a Medellín con una carga completa de combustible, pasajeros, y carga, y con el Capitán-Propietario esperando que todo salga de acuerdo a lo planeado y que él, el Capitán-Propietario, seguiría siendo intocable.
¿LOS ULTIMOS MINUTOS DE UN CAPITAN CALMADO?
Las dramáticas comunicaciones con el control de tráfico aéreo fueron reveladas tan solo dos días después del accidente, mostrando a un aparentemente calmado Piloto comunicándose con una claramente nerviosa controladora de Medellín.
Mientras el vuelo LMI2933 iniciaba su aproximación a Medellín -presumiblemente con las advertencias de bajo combustible parpadeando en la cara de los Pilotos-, otra situación se desarrollaba en área de Medellín, donde un A320 de VivaColombia pedía prioridad para aterrizar debido al mal funcionamiento de uno de sus sistemas.
A consecuencia se le pidió al Capitán Quiroga que entre en un patrón de espera a 21,000ft mientras la situación se solucionaba, un acto que el negligentemente aceptó -y que se resultó ser su sentencia de muerte.
Unos tres minutos más tarde, mientras realizaba el patrón de espera, Quiroga contactó al control de tráfico aéreo pidiendo prioridad para aterrizar debido a un cierto «problema de combustible». El control de tráfico aéreo accedió y el avión sin combustible inició su aproximación al aeropuerto José María Córdova.
Mientras la aeronave descendía, el Capitán Quiroga volvió a contactar al control de tráfico aéreo y reportó una «falla total, eléctrica y de combustible». Incluso en ese momento, y aun sin declarar emergencia, sonaba de manera un tanto calma y no quiso levantar sospecha alguna. Se le olvidó que una «falla total» hubiese cortado sus sistemas de radio, imposibilitando cualquier comunicación con el control de tráfico aéreo.
El Avro 85 se había quedado sin combustible. Sus generadores dejaron de producir energía para propulsar sus cuatro motores. El avión se convirtió en un planeador, precipitándose a un ritmo ya imposible de detener.
El control de tráfico aéreo despejaba la ruta para la aeronave en crisis, verificando repetidamente las indicaciones de rumbo y altitud. Quiroga, precipitándose al suelo, respondió relajadamente -aun sin declarar emergencia- su rumbo y su altitud.
Segundos más tarde, seguidos de comunicación con el control de tráfico aéreo, las últimas palabras escuchadas de Quiroga fueron «Localizador, Localizador».
El vuelo LMI2933 se estrelló 10 millas al sur de la pista en la montaña adyacente al VOR de Medellín. No hubo explosión ni ningún otro tipo de combustión, y 71 personas perdieron sus vidas por alguien a quien se le ocurrió jugar a ser Dios.
DE HEROES A ASESINOS
En la era dorada de la aviación, cuando los legendarios Pilotos de Pan Am eran vistos como dioses y eran frecuentemente seguidos para firmar autógrafos, la vida les sonría, los Pilotos eran héroes.
No había nacido en esa época, lo sé, pero películas como Atrápame si Puedes y algunas conversaciones con otrora Capitanes de Pan Am me enseñaron algo que jamás creí que se perdería en estos días de monotonía aeronáutica.
Cientos, incluso miles, de horas de arduo estudio, dedicación, y firme y estricta formación concibieron aviadores de verdad quienes, con principios inquebrantables, llenaban de orgullo a su profesión. Y orgullo y agallas es lo que necesitaban, puesto que hacer levitar un pedazo de aluminio de 500 toneladas es algo que desafía las leyes de la naturaleza y, por ello, conlleva una gran responsabilidad.
Esta responsabilidad es lo que hizo que me enamorara de la aviación. Una constante admiración hacia los Pilotos, quienes a lo largo de sus carreras llevarían a más de un millón de pasajeros, siempre siguiendo los estrictos reglamentos que les eran instruidos.
La admiración creció más y más cada día. Elogiaba a aquellos Capitanes que, después de vuelo de 10 horas, se ponían sus gorros y chaquetas y dejaban atrás una aeronave impecable tras luchar contra condiciones climatológicas adversas y contra las propias leyes de gravedad a lo largo de una infinidad de millas sobre océanos y tierras inhóspitas.
Esos principios de disciplina aeronáutica me inspiraban a seguir soñando, día tras día, desde el día que mi memoria empezó a registrar recuerdos. Solía distraerme de la realidad de cualquier situación y navegar por mi imaginación llena de aviones, impacientemente esperando el día en que finalmente sea mi turno. Realmente aspiraba en convertirme en Piloto y, a la vez, compartir esa responsabilidad -de un día ponerme mi uniforme, ganarme mis cuatro franjas, volar a la gente alrededor del mundo, y ser visto como un buen, responsable Piloto.
Hoy, puedo decir que soy un Piloto. Logré ganar mis alas tras unos cuatro años de exigente entrenamiento en la Universidad Aeronáutica de Embry Riddle. Me convertí en Piloto Comercial. Mi entrenamiento fue sólido, profesional, y un desafiante proceso que me permitió aprender la seriedad de transportar, entre otras cosas, personas que ponen su vida en mis manos -e identificar aquellos Pilotos que, a través de hábitos cuestionables, nos ponen a mí y al resto de los pasajeros en riesgo.
Estudiamos accidentes, el comportamiento de los Pilotos, psicología, y otras tendencias que frecuentemente resultaban en situaciones negativas. Nos preparamos para garantizar que el número de aterrizajes sea igual al número de despegues. Nos enseñaron a actuar siempre con profesionalismo y a identificar situaciones en las que nuestra seguridad -y nuestra integridad como Pilotos- se pudiera ver comprometida.
Y lo que aprendí fue que, tan duro como suena, los pilotos estamos sujetos a ser vistos como héroes o como asesinos.
Verán, si logramos aterrizar de manera segura durante una tempestad con fuertes vientos cruzados y turbulencia, somos héroes. Si nuestro tren de aterrizaje falla pero aun así logramos aterrizar de manera segura, salvando la vida de todos los ocupantes, somos héroes. Si despegamos de La Guardia, volamos en contra de una bandada de pájaros y perdemos ambos motores, pero aun así logramos aterrizar el avión de manera impecable en las aguas del Rio Hudson y nadie pierde su vida, somos héroes.
Pero si decidimos que llevar las situaciones al límite es una buena idea, si pensamos que jugar al macho es la mejor forma de hacer las cosas, si ponemos la vida de nuestros pasajeros en riesgo, dejando que nuestro ego se apodere de nuestra capacidad de razonamiento, o pensamos que somos invencibles cuando en realidad no lo somos, que no nos pasaran cosas malas, pues más vale que lo pensemos dos veces.
Lo que el Capitán Quiroga y su Co-Piloto hicieron es sinónimo de homicidio.
En primer lugar, firmaron deliberadamente ese plan de vuelo. Segundo, no se desviaron a algún aeropuerto alterno para reabastecer combustible, a sabiendas de que la cantidad de combustible disponible que tenían no sería suficiente. Tercero, en ningún momento declararon emergencia, temiendo que una investigación de las autoridades de aeronáutica civil de Colombia podrían costarle a la aerolínea una cuantiosa multa y la potencial suspensión de sus privilegios de piloto. Y cuarto, el demoledor hecho de que si no hubiesen acatado la instrucción de entrar en el patrón de espera y hubiesen continuado en dirección a la pista, lo hubiesen logrado.
Su negligencia -similar a las abominables acciones expuestas por Andreas Lubitz, quien deliberadamente estrelló al vuelo 9525 de Germanwings contra una montaña, acabando con la vida todos sus ocupantes- ha manchado la imagen de los millones de Pilotos alrededor del mundo quienes toman su trabajo con seriedad, quienes aspiran a convertirse en mejores aviadores acatando las reglas y tomando decisiones con conciencia, quienes día tras día entran a sus cabinas con profesionalismo y, sobre todo, con la pasión y responsabilidad que ese privilegio implica.
Pero, a su vez, si no hubiesen entrado en el patrón de espera y hubiesen aterrizado de forma segura, la condición de ‘intocable’ del Capitán se hubiese reforzado. Quizás lo hubiese repetido otra vez. Y otra vez.
Sus malas decisiones ahora nos enseñarán a ser mejores aviadores y a recordarnos que ninguno de nosotros somos como el, intocables.
Que las almas de las víctimas descansen en paz.
Este artículo es responsbailidad del autor no representa necesariamente las opiniones de EnElAire, EnElAire.mx y/o EnElAire-Radio.
Artículo originalmente publicado en Airways Magazine por Enrique Perella