Por Saúl Reza
Durante toda mi infancia, viví con una imagen misteriosa acerca de aquellas personas que se dedican a surcar los cielos, dibujando el azul profundo con estelas de condensación, batallando contra las tormentas y los vientos, mientras transportan a cientos de viajeros con el mayor grado de seguridad, confort y eficacia a sus destinos. Sabía que quería ser como ellos, y hacer lo que ellos hacían, sin embargo jamás, conocí a alguno, hasta etapas muy cercanas a mi vida adulta. ¿Cómo debían de ser para tener en sus manos una responsabilidad tan grande? ¿Acaso en sus misteriosos recorridos a través de los pasillos de los aeropuertos, portaban una pasión tan bella como sus uniformes y tan grande por la aviación como la que llenaba mis pensamientos y corazón todos los días?
Eventualmente, gracias a los caminos de la vida, me convertí en uno de ellos. A pesar de los miles de aterrizajes y despegues que he realizado, cada vez que entro a la cabina del Boeing 737 me pregunto ¿Cómo diantres llegué aquí? ¿Cómo pude haber sido tan afortunado? Creo que eso seguirá siendo un misterio por un tiempo, y la verdad estaré muy tranquilo si jamás lo resuelvo, mientras siga teniendo la oportunidad de volar. Sin embargo, si hay un misterio el cual con el paso de los años he podido resolver: ¿Quienes son las y los pilotos?
Durante mi primer trabajo como Instructor de Vuelo en Florida, mis compañeros eran muy parecidos a mi en cuanto a nuestras metas; todos nos encontrábamos no muy lejos de entrar a una aerolínea, y creo que a todos nos apasionaban los aviones y volar. Intentábamos hacer nuestro trabajo con la mayor eficacia y profesionalismo posible, pues era un ambiente altamente competitivo; todos queríamos ser la persona con el mejor record de estudiantes que pasaban sus exámenes de vuelo en el primer intento y con el menor número de comentarios por parte del examinador. A parte de eso, la mayoría intentábamos contagiar el entusiasmo que sentíamos por el privilegio de estar a los controles de un avión. Poco a poco, uno a uno, fuimos alcanzando esa meta que en algún momento se veía tan lejana. Todo ese esfuerzo, todo ese tiempo invertido sería remunerado por el destino algún día.
Eventualmente, me llegó el turno a mi, y milagrosamente fui contratado en la aerolínea con la cual había soñado toda mi vida en volar. Ahí volaría el venerable Embraer ERJ-145 para 50 pasajeros y eventualmente volaría los Embraer E-Jets. Fue una época de mucho aprendizaje, no solo en cuanto a lo profesional, sino también en el aspecto personal. En los primeros años entré en un conflicto muy interesante, pues me di cuenta, que no todos los pilotos eran como yo; no a todos les apasionaba la aviación, y no todos compartían el mismo entusiasmo que yo sentía por estar ahí, por usar ese uniforme, por sentarme en ese asiento, por leer esos manuales, etc. Al contrario, había personas que parecían detestar ¨el trabajo ¨, y eso se notaba en la forma en la que interactuaban con sus tripulaciones, su forma de volar, etc. Su negatividad era capaz de robarte la energía vital, y su nefasta actitud, hacía que una hora de vuelo se sintiera como una eternidad. A la vez, conocí personas que eran el polo opuesto: personas que en su forma de actuar irradiaban su amor por los aviones. Estas personas eran verdaderos líderes y excelentes compañeros, y volar con ellos era increíble y constructivo. Entre los dos polos, aprendí que hay una zona gris en donde están las personas a las que ¨solo les gusta¨ o ¨solo es un trabajo¨. En esa etapa de mi vida me di cuenta que tenía que redefinir mi pregunta; esta no era ¨¿Quienes son los pilotos?¨ sino ¨¿Quienes son buenos pilotos y quienes son malos pilotos?¨.
¿Buenos o malos respecto a qué? He conocido pilotos que son extremadamente habilidosos para volar, muy conocedores, pero que desafortunadamente fallan en principios humanos básicos como en el respeto a sus compañeras y compañeros. También he conocidos pilotos que son extraordinarios seres humanos con un corazón de oro, pero oh Dios mío, por favor no les presten un avión porque van a terminar lastimando a alguien. Hay sin embargo un grupo de ellas y ellos, un club único y especial, que representan exactamente a los aviadores que durante toda mi vida imaginé. A través del tiempo, me he dado cuanto que mi ¨yo de la niñez¨ no estaría decepcionado, pues allá afuera, en algún lugar de la troposfera y la estratosfera se encuentran, definiendo lo que es un excelente piloto.
Podría escribir un libro entero acerca de todo esto, pero puedo definir en términos generales lo que he podido aprender. Los mejores pilotos con los que he volado son personas de principios morales excelentes. Son individuos honestos, respetuosos, humildes, y objetivos. Tienen una vida saludable y balanceada. Personas que son integras y que lideran con el ejemplo. Personas que se preocupan por todos los miembros de su equipo (desde quienes despachan el vuelo, personal de mantenimiento, hasta cada miembro de su tripulación). Tienen muy claro que su máximo deber es la seguridad operacional, y a cada vuelo lo tratan como lo hace un médico cirujano realizando una operación a corazón abierto. Son meticulosos , y nunca actúan de forma complaciente. Son personas que trabajan duro pero jamás alejan de su corazón la pasión por lo que hacen, y saben transmitirlo a través de su entusiasmo, buena actitud interpersonal y profesional. Estas y estos aviadores, nunca dejan de aprender; el crecimiento personal es parte de su vida, y lo ponen en práctica. Les importa mucho lo que hacen, son extremadamente competentes en cuanto a sus conocimientos y habilidades, y les preocupa mantener una buena imagen profesional. Saben dejar su ego en la entrada de la terminal y entienden que en la aviación no hay individuos, pues la suma de todos los miembros de un equipo crean un todo que es más grande y mejor que una persona trabajando en soledad. También, los buenos pilotos se conocen muy bien a si mismos y sus limitaciones personales, conocen a su equipo, a su avión, a su ambiente y a sus riesgos. Son personas con mucha inteligencia emocional que sobrepasan a sus propios impulsos y eligen sus acciones ante el muchas veces impredecible y dinámico esquema de una operación aérea.
Nunca dejaré de prestar atención para entender cuales son las cualidades con las que se define a un buen piloto aviador, pero algo que puedo decir definitivamente es que estás no están relacionadas con el rango, la edad o el número de horas de vuelo.
En mi trabajo actual volando el Boeing 737 para una aerolínea de clase mundial, he visto Capitanes con decenas de miles de horas de vuelo tomar una decisión muy mala solamente por orgullo personal, o por impulsividad. A la vez, he visto Primeros Oficiales, recientemente graduados de la escuela de vuelo y nuevos en una aerolínea regional con los cuales me sentiría muy tranquilo poniendo la vida de mi familia en sus manos. He volado con personas con las cuales solo he aprendido lo que no quiero hacer, y he volado con personas con las cuales quisiera volar todos los días.
Actualmente, se empiezan a observar los estragos de la escasez de pilotos a nivel mundial, y me temo que en su desesperación por cubrir la gran demanda de vuelos las aerolíneas dejen de buscar a las/los mejores y más brillantes. Sin embargo, siempre me he percibido como una persona realista-optimista; veo las cosas como son en el presente y tengo la tendencia a ver el futuro en el largo plazo de una forma positiva. Al yo ser así, creo que esta pequeña columna la está leyendo alguien que quiere ser un buen piloto, o que ya lo es y solo está reafirmándose como un profesional en la aviación. Esta industria es hermosa y es un privilegio, en el cual podemos percibir resultados positivos tangibles todos los días. Presenta una oportunidad de crecimiento personal como ninguna otra, y un nivel de gratificación inigualable. Solo podrá mantenerse así, si siempre intentamos encontrar una respuesta a la pregunta: ¿Que tipo de piloto soy? ¿De los buenos, o de los malos?