Diario de Ruta – Quito, Aeropuerto Mariscal Sucre, pista 36.

Por Benjamín Franco Mariscal

—Debes pedirle permiso a la montaña —el capitán miraba al frente, se sostenía su bigote con los dedos, después acarició sus cachetes y finalmente rascó su barba mientras pensaba.

—¿Por qué se le pide permiso? —lo miré incrédulo.

—Es un ritual muy antiguo, muestras humildad y respeto, pides permiso por que es un hogar ajeno, entiendes que no vas a conquistar, sólo a admirar la grandeza de la naturaleza.

—¡Qué concepto tan bonito! —me quedó mirando el cielo estrellado, mientras una línea de tormentas lejanas hacía su espectáculo de luces y relámpagos.

—Es impresionante, ¿no? —preguntó —se dice que si entras sin permiso, la naturaleza de alguna forma se molesta y envía mal clima. La terminas pasando mal. No quiero arriesgarme, así que he comenzado a creer en el ritual previo a mis excursiones. 

El capitán con el que viajé a Quito aquella noche me compartió su pasión por el senderismo. Es curioso pensar que pasa gran parte de su vida en el aire, y uno de sus placeres favoritos es caminar en la tierra entre la majestuosidad de las montañas. Esa mañana nos tocaría pasar rozando la piel de la Cordillera de los Andes, realizaríamos el procedimiento ILS-Z a la pista 36 en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito.

Esta es una de mis aproximaciones favoritas en el continente. Todo comienza desde el mar, y en esta ocasión nos tocó ver el amanecer en las costas de Ecuador. Ya desde unas cien millas fuera de tierra sobresalían las nubes que quedaron secuestradas entre las elevaciones altas del terreno. Solicitamos el descenso al centro de control Guayaquil, pero no fue autorizado a causa de un tráfico que cruzó nuestra trayectoria. El capitán, en consecuencia, me sugirió que redujera la velocidad para evitar quedarnos altos en la aproximación.

Continuamos volando directo hacia el VOR de Condorcocha, y en un descenso rápido, con el sol comenzando a iluminar desde el este, me percaté cómo la magia creció, igual que la cordillera que ya nos rebasaba en altura, y sobre Condorcocha iniciamos el procedimiento ILS. No pude evitar pensar en la conversación previa que tuve con el capitán. Entonces le pedí permiso a la montaña para poder pasar sobre y entre ella, diciendo en mi mente “no vengo a conquistarte, vengo a admirarte”. Latinoamérica tiene magia y aquella mañana me tocó presenciarla al llegar a Quito.

A lo largo del recorrido inicial, las nubes bajas coquetearon con nuestra mirada, negándonos ver con claridad los tesoros de la montaña. Después, todo fue blanco. Sabíamos que estábamos cerca del terreno, pero la niebla nos envolvió. Cuando el procedimiento así lo indicó, viramos a la izquierda con una velocidad máxima de 180 nudos y continuamos descendiendo hasta interceptar la fase final a la pista. Ya estando enfilados, rodeados de una espesa incertidumbre, creímos que era probable que la pista no se viera.

One thousand —anunció el GPWS del avión.

Stable, missed approach altitude set —respondió el capitán, quien aquella mañana fungió como piloto monitoreando.

Five hundred —volvió a alertar el avión.

—No se ve la pista, mantente alerta para la ida al aire —me advirtió el capitán.

Three hundred.

Silencio.

—¡Approach lights! —el capitán se emocionó levantando la voz —la pista apareció de forma mágica frente a nosotros y el avión atravesó el túnel que por un segundo dejó la humedad. Dejamos atrás la niebla y frente a nosotros el gran número blanco 36 fue creciendo con la cuenta regresiva previa al aterrizaje.

—Landing —dije finalmente.

Ya en el rodaje hacia la terminal, el capitán me dijo que debimos grabar la aproximación, aunque sabemos que no está permitido, pudo haber sido un hermoso video. Pero mejor nos lo quedamos en la memoria, porque no ibamos en conquista. Pienso que fue mejor no robar a nadie el asombro de mirar con sus ojos lo que es sobrevolar entre montañas y nubes. Estar literalmente entre el cielo y la tierra. No sé si algo tuvo que ver el hecho que pedí permiso a la montaña, pero me gusta pensar que sí.

¿Ustedes han aterrizado por la pista 18? ¿Cuáles fueron sus experiencias?

Benjamín Franco Mariscal
Primer oficial en equipos Boeing 737 NG/MAX. Egresado de la facultad de arte de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, con especialidad en cine y literatura inglesa. Autor del libro: Todas menos Sofía.