Por Benjamín Franco Mariscal
Volando a través de una madrugada oscura y estrellada supe que después de veintisiete años ella no había escuchado algo similar a lo que le dije. Detrás de sus sonrisas y atenciones, ellas y ellos, ocultan su vida, y lo que dejan de ella, por estar ahí con nosotros. Un sentimiento que no se puede entender hasta que lo ves o lo vives. Yo considero que detrás de las sonrisas, esas que hoy se ocultan con un cubrebocas, está la vida de una persona. Con miedos y tristezas, pero también anhelos y metas.
El capitán solicitó a la sobrecargo ejecutiva del vuelo que le avisara cuando el baño estuviera libre para que él pudiera ir. No fueron más de dos minutos de espera y el timbre de la cabina sonó.
–El baño está libre, capitán –dijo la ejecutiva desde el galley delantero.
–Ya salgo –contestó el capitán para después cederme los controles, levantarse de su asiento y salir de la cabina. No fue necesario colocarme la mascara de oxígeno pues volábamos a un nivel de vuelo inferior a 350.
–¿Cómo les va? –me preguntó la sobrecargo después de entrar a la cabina, con una sonrisa que sólo se veía a través de sus ojos cansados.
–Todo excelente, ¿ustedes? –pregunté de una forma automática, casi como si fuera un guión escrito. Pero ella se salió del guión.
–Ya estamos cansadas –dijo ella, recargando el brazo sobre el asiento del capitán y entrecerrando los ojos brevemente. Su sonrisa en los ojos se desvaneció y en un desahogo me explicó que ese vuelo radial era de los más pesados para ellos –¡Imagínate! empezamos a las seis de la tarde, pero a eso agrégale que tienes que salir dos horas antes de tu casa, y además no dormiste en la tarde porque tu familia está despierta y quieres convivir con ellos. Ahora son las cuatro de la mañana, y llegaremos a las seis de la mañana. Es muy pesado.
Yo me quedé callado unos momentos. Reflexioné lo que estaba escuchando. No era algo nuevo para mí porque siendo pilotos también vivimos sacrificios. Sin embargo, aquella madrugada no se trataba de nosotros. Sentí la necesidad de decir algo sobre su trabajo.
–Las admiro mucho –dije mientras la veía recargada en el asiento, y al escucharme, sus ojos se abrieron como platos brillantes.
–Muchas gracias –dijo ella confundida, tratando de decir algo más. Como si fuera imperativo responder. Pero la interrumpí en su intento por contestar.
–Las admiro porque detrás de la sonrisa está la historia de una persona. Porque personas como usted, que aman lo que hacen, influyen en que sus pasajeros se sientan seguros, y en consecuencia bajan felices y tranquilos del avión.
–En más de veintisiete años no me habían dicho algo así –dijo ella al mismo tiempo que sus ojos volvieron a sonreir y el timbre de la cabina sonó una vez más –muchas gracias.
Pienso que debemos agradecer más a las personas que están ahí por la seguridad de todos los que, encerrados en un avión, nos dejamos llevar por el viento, cerrando los ojos y confiando que llegaremos a salvo a nuestro destino. No esperemos veintisiete años para dar las gracias a todas ellas y ellos por su labor en la aviación.
Benjamín Franco Mariscal
Primer oficial en equipos Boeing 737 NG/MAX. Egresado de la facultad de arte de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, con especialidad en cine y literatura inglesa. Autor del libro: Todas menos Sofía.