Por Juan Pablo Gómez Mexía
Recuerdo aquellos días que despertaba con ganas de poder jugar con mi padre y no lograba encontrarlo por ninguna parte de la casa, días en donde no sabía en qué parte del mundo se localizaba y qué tanto tardaría en volver; siempre procuró despedirse, incluso aún cuando todos dormían, él buscaba la manera de hacernos saber que nos extrañaría en su gira, reserva, radiales, adiestramiento. Podía ser sólo cuestión de horas o podía ser cuestión de semanas.
Él partía siempre debidamente uniformado con una sonrisa quebrantada por el deseo de poder estar todo el día con su familia pero sincera y llena de plenitud por hacer lo que más había anhelado ser: Piloto Aviador.
Existieron ocasiones especiales que no fue posible que acudiera y otras muy especiales que nunca se perdió, y a pesar del cansancio que pudiera tener, siempre intentó ser el más atento. De forma rutinaria me aferraba a su pierna para no dejarlo partir, entre llanto y lágrimas me despedía esperanzado a su regreso e interesado en lo que hacía, sin saber realmente lo que era ser un piloto de línea aérea.
Poco a poco fui entendiendo más el ambiente y lo que realmente se necesita para ser un gran aviador. ¿Cómo olvidar la época de adiestramiento de mi padre y las horas largas que él se tomaba estudiando sin parar día con día? Era una persona que tomaba muy en serio su preparación, como todo piloto debe hacerlo. La profesionalidad que mostraba en sus metas y en el desarrollo de su trabajo terminó por demostrarme que él no era un padre común y que yo tampoco sería un hijo normal.
Nací con el privilegio de estar envuelto por el mundo de la aviación; de saludos fugaces y despidos eternos con mi padre. De una persona que había luchado a lo largo de la vida por lograr su más grande sueño y compartirlo con su familia, demostrando la calidad profesional y el gusto que le daba hacer su trabajo.
Mucha gente a lo largo de mi vida me ha preguntado el motivo por el cual decidí ser aviador, muchos asumen que uno nace con esa pasión y otros piensan que es un gusto adquirido por ser hijo de un piloto.
La verdadera razón recae en encontrar esa actividad que te hace sentir plenamente feliz y desde el día que nací hasta el día de hoy no he dejado de pensar que volar no es humano, y que aún así, hemos logrado alcanzar más allá de los cielos. El poder ver que mi padre formaba parte de esos miles de personas que lograban lo extraordinario me hizo envidiarlo. Agradecido por tantas oportunidades de estar en el cielo, me cuestionaba mucho el trabajo dentro de la cabina de un avión, porque si de pasajero no podía con la emoción de volar, no encontraba medida de lo que pudiera sentir mi padre al mando del mismo.
Pasaron los años y mi curiosidad crecía más hasta que por fin llegó el día que por primera vez entré a una cabina y mi padre felizmente en ella trabajaba. Todo era meticuloso y correcto, sin fallas y sin hacer a medias las cosas, todo tenía un orden y una razón de ser y sin mencionar la mejor vista que jamás podrás encontrar.
¡Imaginen estar rodeado por tecnología de punta siendo manipulada por el conocimiento y esfuerzo previo de estudio, altas velocidades y paisajes que te quitan el aliento día tras día! Sabía que mi padre era una especie de héroe y no sólo para mí y mi familia, para muchas otras personas. Un héroe que transportaba y cargaba con sueños, proyectos, anhelos, recuerdos, tristezas, preocupaciones, sorpresas, etcétera compartiendo un poco de lo que él soñó con hacer.
Así que me enamoré del trabajo, del concepto, del avión, de la velocidad, de los paisajes, de viajar, del esfuerzo, de la profesionalidad, de la exigencia, del poder volar y ser quien logre poner en los cielos a los demás.
Jamás olvidaré ese vuelo y siempre estaré agradecido por tan grandiosa casualidad. A partir de ahí nació un sueño por ser parte del mundo aeronáutico, de un niño que encontró oportunidades y complicaciones en su camino que al aprovechar las mismas ha logrado alcanzar vivir su sueño.
Feliz día a todos los niños, en especial me encantaría poder volver en el tiempo y felicitar al niño que un día vio volar un Boeing 727 de Mexicana y deseó con toda su alma pertenecer a ese equipo de grandes hombres y finalmente lo logró, y ese niño era mi padre.
¡Gracias papá por hacer de tus alas mis alas!
Tu hijo,
Juan Pablo