Por SkyDiva
Hoy, en medio de una fila de asientos, entre personas que quizá jamás reconocería si las volviera a ver, y a punto de experimentar otra vez éste sentimiento y emoción ya tan conocido pero siempre nuevo, decido voltear a mi ventana a mi lado izquierdo solo para llenar mi ser con esa magia imposible de describir pero fácilmente imaginable que me genera el despegue de MI avión. El ruido del motor, ese zigzagueo que se genera con la fuerza del despegue, la emoción de libertad, esa seguridad de que todo es perfecto, ese poder de romper las barreras inimaginables de la física, el reflejo de luz que provoca el sol jugando con las nubes, la sensación de paz y la seguridad se conjugan de manera perfecta para reafirmar algo que por tristeza algunas veces olvido…TENGO EL MEJOR TRABAJO DEL MUNDO.
Las jornadas interminables, fatigas crónicas, el hambre continua, las desmañanadas, los recesos mínimos, tripulaciones incómodas, en fin, nada se compara con la emoción de un despegue y con esa magia perfecta de saber que tengo el mundo a mis pies, que nada es imposible, que logre hacer realidad mi sueño más puro, que comparto mi vida con las nubes y las estrellas, que la Luna se la presto a los que la ven desde el suelo, que los rayos del Sol primero son míos y me saludan, que el viento me envuelve entre sus grandes y fuertes brazos y que al final todo vale la pena por esta pasión que viaja en cada partícula de mi alma.
No es que solo disfrute mi profesión, es que siento y vivo una pasión sin límite, esa que me lleva a subirme al avión, extender mis alas, cerrar mis ojos, entregar mi ser por completo a esto que algunos llaman aviación pero que para mí es la razón de la existencia misma y que al final me permite voltear al lado izquierdo de mi ventana y sonreír al sentir la fuerza de mi corazón a punto de despegar…