Por: Saúl Luevano
A solo unos días de haberse dado a conocer el resultado preliminar del accidente del vuelo ET302 de Ethiopan Airlines, el segundo de este modelo en menos 6 meses, mucho se ha hablado de la “turbulencia” financiera por la que atraviesa la constructora aeronáutica estadounidense. Y es que los impactos que han tenido ambos accidentes han alcanzado, no solo cuestiones de imagen, sino también aspectos de confianza en sus clientes, inversionistas y usuarios finales (sus pasajeros).
La primera aerolínea que ha decidido dar un paso atrás y cancelar un pedido por 49 aviones del emblemático modelo ha sido Garuda Indonesia. De acuerdo a su portavoz, Ikhsan Rosan, la decisión se debe a la desconfianza de los viajeros por volar en este modelo de avión. La aerolínea estatal indonesia había recibido solamente un equipo de un pedido total de 50 aeronaves B737 MAX 8 con un valor estimado de €4,300 millones de euros. Esta acción pone en jaque los casi 4,700 pedidos que el fabricante aún tiene en fase de producción o que no han comenzado a ensamblarse en los talleres de la compañía.
Expertos financieros han mencionado que, ante la incertidumbre que aún se tiene de los resultados finales de las investigaciones de ambos accidentes, los inversionistas de la compañía vigilarán con detalle cómo se desenvuelve la situación, ya que existe el temor de un efecto dominó similar entre sus principales clientes como Southwest Airlines que tiene en orden 249 unidades, FlyDubai 237 y la misma Lion Air con 187.
A la situación se suma la negra apertura de Boeing en Wall Street el lunes siguiente a la tragedia del vuelo ET302. La bolsa de valores de Nueva York (NYSE) vio una caída en la cotización de las acciones de la compañía estadounidense del 12% tras la tragedia en la que fallecieron 157 personas, lo que significó $28,100 millones de dólares en la valorización y que, por consecuencia, provocó una contracción de 337 puntos en el promedio Industrial Down Jones. Este desplome, el cual podrá variar a la alza o baja en los próximos meses, expone al gigante aeronáutico ante el mayor declive bursátil en su historia desde el 17 de septiembre de 2001, cuando sus acciones se redujeron casi 18% como parte de las secuelas de los ataques terroristas a las torres gemelas del 11 de septiembre.
También, no hay que perder de vista el impacto directo que ambas tragedias están teniendo en la industria civil aeronáutica, luego de que la Administración Federal de Aviación (FAA) emitiera el pasado mes de marzo un comunicado para dejar en tierra todos los aviones B737 MAX. De acuerdo con estudios realizados por el Departamento de Transporte de Estados Unidos (DoT), el costo en ingresos para las aerolíneas que operan este modelo representa alrededor de $60 millones de dólares por día, sin mencionar los costos asociados a la planificación de la mitigación involucrada, reprogramaciones de vuelos y la potencial pérdida de negocio en el corto y mediano plazo por la cancelación de rutas operadas por estos equipos.
Como primera medida para intentar tranquilizar a sus clientes, mercados y usuarios, Boeing informó sobre los trabajos que se llevan a cabo para lanzar la primera actualización del software del control de vuelo, el cual busca hacer a las aeronaves “aún más seguras”. Esta mejora se encuentra en la fase de pruebas y análisis, previo a su certificación por la autoridad competente y llegará, adicionalmente, con nuevos manuales de operaciones y más “entrenamiento a las tripulaciones” en el Sistema de Aumento de Características de Maniobras (MCAS) en un programa cuyo coste total podría irse hasta los €4,500 millones de euros.
Sin duda Boeing, al igual que la aviación en su historia, aprenderá la lección que hay en todo esto. Las catástrofes del B737 MAX serán un punto negro en la historia de Boeing y una advertencia para futuros proyectos y desarrollos que la constructora tiene en puerta tales como el recién presentado 777X y el aún debatido B797.