Por José Suárez Valdez
Hay viajes que te cambian la vida, lugares y países que te enamoran porque encuentras algo en especial en ellos, a veces se trata de encontrar algo que te faltaba, a veces solo nos buscamos a nosotros mismos.
Siendo un viajero frecuente entre América y Europa, siempre tuve la curiosidad de saber ¿qué es ese lugar lleno de hielo que vemos al norte del planeta? Ese mismo lugar al que todos tememos que se derrita.
En uno de mis viajes a Escocia, no pude más con la curiosidad y empecé a investigar; hasta que en octubre de 2016, mientras buscaba auroras boreales (sin éxito) en Reikiavik vi un gran letrero para visitar Groenlandia, ¡no pude más! y me acerque a la agencia de viajes, que meses después organizaría mi viaje.
Pero como este es un blog de aviación me adelantaré a la parte que quieren leer, si a alguien le interesa Groenlandia escríbame un correo y les platico.
Hay dos maneras de llegar a Groenlandia, desde Reikiavik la aerolínea Air Iceland Connect te lleva a diferentes aeropuertos pero no tienen frecuencia diaria, y la línea aérea nacional, Air Greenland te conecta con Keflavik en un Dash 8 o con Copenhague en un Airbus A330.
Digo que Air Greenland es la línea aérea nacional, porque aunque Groenlandia pertenece a Dinamarca, tienen autonomía. El vuelo de Air Iceland Connect, que abordaremos hoy, sale desde el aeropuerto de Reikiavik, que es el “nacional” y se encuentra dentro de la ciudad, a diferencia de Keflavik que se encuentra a unos 50 minutos de puro paisaje panorámico.
Mi aventura comenzó en un Boeing 737-800 de Aeroméxico desde Ciudad de México a Nueva York, al día siguiente Icelandair me llevó a Keflavik en un Boeing 757 y casi de inmediato me fui al aeropuerto de la ciudad para abordar el Dash 200 hasta Ilulissat, Groenlandia.
Aborde en Reikiavik, un aeropuerto tan pequeño que si vas a un vuelo nacional no necesitas pasar filtro de seguridad, tiene una pequeña cafetería pero eso sí 3 pistas, la más larga de 1500 metros; en mi caso si debía pasar por un pequeño filtro de seguridad para llegar a la sala 2, la que usan para vuelos internacionales que para mi sorpresa contaba hasta con un pequeño Duty Free.
Pronto escuche anunciado mi vuelo Air Iceland Connect 439, un vuelo de temporada, que para mi sorpresa iba casi lleno. Abordamos el vuelo a pie, nos esperaba el Dash 200, con una sobrecargo que se veía que tenía mucha experiencia. Air Iceland Connect es parte de Icelandair Goup y tiene cinco aeronaves, todas Bombardier, yo vole en el TF-FXK, un Bombardier Dash 200 de 21 años de edad, Air Iceland Connect es su tercer operador.
Despegamos de Reikiavik, una ciudad en la que me hubiera encantado hacer una breve escala, sin embargo en esta ocasión la intención y el destino es otro; despegar del aeropuerto de la ciudad te da la oportunidad de tener una panorámica del centro de Reikiavik. Es asombroso el rendimiento del Dash 200, se levanta en unos 500 metros, es un avión difícil de sustituir para estas aerolíneas que se enfrentan a los desafíos de las pistas cortas, como las de Groenlandia.
Elegí el asiento 7D, afortunadamente fui una de las dos personas en el avión que no tenían compañero de asiento, lo cual me regaló espacio extra; una desventaja es que estaba justo a la altura del tren de aterrizaje lo que dificultaba las fotos.
Nivelamos a 17 mil pies, con vista al océano y pensando que estaba en un vuelo transcontinental, muy corto, pero finalmente estaba cruzando una parte del Atlántico de la puerta de entrada a Europa (Islandia) hasta la puerta de América (Groenlandia); el servicio es bastante sencillo se ponen a la venta bebidas y algunos sándwiches, sin embargo el agua, café y té es gratis.
El tiempo de vuelo es de 2 horas y 40 minutos; al cabo de aproximadamente 100 minutos, la sobrecargo da un anuncio que iniciaremos a sobrevolar Groenlandia y en ese momento todo se tornó blanco; a primera vista y si no te fijas bien parecería una capa de nubes, pero esta es muy brillante, refleja el sol casi a la perfección, es difícil mirarla (podrías bien utilizar lentes obscuros), se trata de hielo, hielo y más hielo. Estamos en un territorio que es 82% hielo, solo el 18% es habitable para los seres humanos.
Pocos minutos después sentí la desaceleración de los motores General Electric de 4 propelas y escuchamos el anuncio de descenso, no podría decir que se me hizo largo el vuelo porque estuve todo el tiempo atento y viendo a la ventana; estaba cruzando el Atlántico en un Bombardier Q-200, o un Dash-8 y a tan baja altitud que no podía dejar pasar los detalles; así como el ver las capas de hielo de Groenlandia tan cerca y que generalmente vemos desde muy arriba en los jets que cruzan entre América y Europa.
Con una excelente aproximación, volando sobre Ilulissat y con un frenado bastante poderoso, por decirlo de alguna manera, nos detuvimos en los 800 metros de pista de Ilulissat; el aeropuerto es extremadamente pequeño, no hay migración y solo tiene una banda de equipaje; hay 6 grados Celsius y es hora de conocer Groenlandia.
En la segunda parte volaremos por Air Greenland de Ilulissat a su hub en Kangerlussak para abordar el Airbus A330 a Copenhague.