A Través de los Retos, Hacia las Estrellas

Por: Sául Reza

La Fecha: 28 de enero de 1986

La Hora: 11:30am EDT

El Lugar: John F. Kennedy Space Center, Merritt Island, Florida

Temperatura: 36F/2C

Cierra tus ojos e imagina…

Se siente una mañana anormalmente fría bajo un despejado cielo azul mientras estas sentado en tu lugar privilegiado del centro de visitantes del Kennedy Space Center, pero la emoción que te rodea es altamente contagiosa y compensa el frío con el calor de la sangre en tus venas. Tu cuerpo empieza a temblar y no estás seguro si es por el frío de esta mañana o por el gran acontecimiento que estas a punto de presenciar. Unos cuantos metros frente a ti se encuentra el reloj digital que marca que en menos de 30 segundos el horizonte se llenara de luz, humo y un maravilloso estruendo que arrancara el corazón de todos. El transbordador espacial Challenger está en su décima misión y junto con una gran tripulación de 7 astronautas (Comandante Francis R. Scobee, Piloto Michael J. Smith, Especialistas de Misión Ronal McNair, Ellison Onizuka, Judith Resnik, Payload Specialists Greg Jarvis y Christa McAuliffe) están a punto de partir hacia la última frontera… el espacio.

Quizá no has escuchado mucho de los miembros de la tripulación, a excepción, quizá, de Christa McAuliffe, que ha estado apareciendo en las revistas y en la televisión. Ella es una maestra de New Hampshire seleccionada entre más de 10,000 aplicantes para el programa “Nasa’s Teacher in Space Project” por lo que está a punto de convertirse en la primera profesora en viajar al espacio.

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Hay una inexpresiva voz que se escucha en el altavoz por todo el complejo y que en este momento dicta “T menos 15 segundos…”, la gente a tu alrededor se pone de pie, ponen sus ojos en el horizonte donde a lo lejos se ve la figura del transbordador, junto con su enorme tanque exterior de color anaranjado y sus dos poderosos motores (conocidos como cohetes de combustible sólido) postrados orgullosamente en la plataforma de lanzamiento.  “T menos 10, 9, 8, 7, 6, iniciamos los motores principales, 4, 3, 2, 1 y despegué”

La misión número 25 del Transbordador Espacial ha despegado. El momento es algo que te hubiera encantado poder vivir en cámara lenta, aún se puede sentir el temblor del suelo a tus pies y el sonido de los motores rascar las capas inferiores de la atmósfera terrestre (solo se podría comparar con los dedos de Dios rascando alguna clase de pizarrón celeste), se ve un arco blanco bellamente dibujado formado por el humo de los motores que crece más  y más alto cada segundo. Todos los que lo presenciaron están tan conmovidos por la imagen que frases de aliento llenan el aire frío “Vamos, baby”, “Vamos, Challenger, vamos”. Todos con las manos al cielo, abrazándose y brincando de la emoción.

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En tu propia mente empiezas a reflexionar acerca de lo que acabas de ver. En un mundo tan delicado en el vasto océano del espacio, en el tumulto de este lugar de locos y casa de esta tan joven especie, inestable, a veces poco sabia e incapaz de satisfacerse a sí misma está ahí una escalera al cielo que en un flash nos une con el infinito llevando siete almas abordo que representan una pequeña muestra de nuestro brillante futuro y nuestra capacidad de grandeza. Mientras la nave asciende por el cielo, tus ojos se llenan de lágrimas de felicidad, pues estas siendo testigo de la evolución de una especie: la tuya. Lo mejor que tiene la humanidad para ofrecer, nuestro mejor regalo como un producto de la creación de Dios, que es capaz de acelerar de 0 a 28,968 kilómetros por hora; siendo 9 veces más rápido que la bala de un rifle, capaz de cumplir nuestros sueños de niños y construir nuestros deseos para mañana. Estos héroes a bordo de la alfombra mágica están a punto de construir un mejor futuro para nosotros.

“Velocidad 2,257 pies por segundo, altitud 4.3 millas náuticas” Se escuchan las voces en el altavoz de fondo, aunque tu mente está bastante distraída para ponerle atención. “Challenger, toda la potencia” y una voz diferente responde “Entendiendo, toda la potencia” alguien contesta… y con un enorme destello en el cielo regresas a poner atención. El blanco arco simétrico en el cielo se ve interrumpido con una nube de fuego que se disipa en el cielo, una lejana explosión te hace sospechar que algo no anda bien. “Los controladores están verificando la situación. obviamente un mal funcionamiento mayor” Y así el Transbordador Challenger y toda su tripulación se han ido.

Las investigaciones posteriores al accidente revelaron que la serie de eventos que desencadenaron en este trágico accidente se dieron debido a la presión que hubo sobre la NASA, a la falta de comunicación y la secrecía que mantenían los contratistas que diseñaron los cohetes de combustible sólido, a factores ambientales, a pequeños detalles pasados por alto, y a la falta de organización dentro de la institución. Esta lección que nunca se debe de olvidar, llevó a grandes cambios institucionales dentro de la NASA y del programa de Sistema de Transportes Espaciales. Se convirtió en un asunto personal para todas las personas que formaron parte del equipo de los vuelos espaciales y algunas personas nunca se recuperaron, ya que eran directamente responsables de la pérdida de vidas del accidente. Sin embargo, muchos de ellos reorientaron su dolor a tratar de identificar qué fue lo que se hizo mal y el cómo se podrían asegurar de que esto no vuelva a pasar.

“Fallar no es una opción” y la pérdida del Challenger no debe ser en vano.

Hay una gran lección que debe ser aprendida de esto y nos aplica a todos, no importa que tan grande es el desafío o lo pequeñas que sean las posibilidades, siempre hay una manera de corregir el rumbo ya que no existe el fracaso si siempre estamos buscando luchar contra la adversidad. Per aspera ad astra… A través de los retos hacia las estrellas.

Esa noche, Ronald Reagen cambió su discurso, en el que originalmente hablaría del estado de la misión por uno de condolencia, terminaba así:

“La tripulación del transbordador espacial Challenger nos honró por la manera en que vivieron sus vidas. Nunca los olvidaremos, ni olvidaremos la última vez que los vimos esta mañana mientras se preparaban para su viaje y se despedían hondeando la mano para deslizarse hacia las desagradables ataduras de la Tierra y tocar el rostro de Dios.”

Ese es quizá el regalo más grande que le fue dado a nuestra humilde especie… nuestra capacidad de abrazar nuevos desafíos para poder ser sorprendidos por el universo que nos rodea, ir más allá y explorar como héroes.

Abre los ojos hoy, en 2023, ya hemos superado muchas fronteras, tenemos seres humanos viviendo siempre en el espacio y nos preparamos para pisar nuevos planetas.